Javier Milei llegó este sábado a Foz de Iguazú, en Brasil, para participar de la Cumbre del Mercosur, aun cuando el esperado acuerdo entre el bloque sudamericano y la Unión Europea no se concretará en el corto plazo y quedará postergado, al menos, hasta 2026. Pese a ese escenario, el mandatario argentino decidió mantener su presencia en el encuentro regional, que tendrá como anfitrión al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en un contexto atravesado por tensiones políticas e ideológicas entre ambos gobiernos.
La decisión de asistir a la cumbre se da a pesar del fuerte enfrentamiento discursivo entre Milei y Lula, que se profundizó en las últimas semanas. A eso se suma el anticipo del líder del Partido de los Trabajadores (PT) de vetar la resolución del Congreso Nacional de Brasil que redujo la pena de Jair Bolsonaro de 27 a 5 años de prisión, en el marco de la causa por el intento de golpe de Estado. Más allá de ese escenario, el Presidente argentino resolvió dar el presente en el intercambio regional.
Durante su exposición, prevista para el mediodía, el libertario insistirá con uno de los ejes centrales de su política exterior: la necesidad de que el Mercosur avance hacia una mayor apertura comercial. En ese sentido, planteará que el bloque debe flexibilizar sus normas internas y dejar atrás las restricciones que, según su mirada, dificultan los acuerdos bilaterales y multilaterales con otros países y regiones del mundo.
En paralelo, las expectativas que se habían generado en torno a la firma del entendimiento entre el Mercosur y la Unión Europea volvieron a desinflarse. Finalmente, el acuerdo no se rubricará en esta instancia y quedó aplazado por decisión del bloque europeo hasta, al menos, el mes de enero. Desde Europa argumentaron que aún persisten diferencias sustanciales en el texto final.
Francia e Italia fueron los países que expresaron mayores reparos sobre algunos puntos del articulado. Ambos gobiernos sostuvieron que determinadas cláusulas atentan contra “los intereses de los agricultores” y ponen en riesgo “la soberanía alimentaria del continente”, lo que volvió a trabar un entendimiento que lleva más de dos décadas de negociaciones inconclusas.
