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viernes, 22 agosto, 2025
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El caso Spagnuolo y el fin de la omertá libertaria

Como un acto reflejo, y sin dar muchas explicaciones, el Gobierno respondió en caliente al escándalo de estas últimas 48 horas: echó al que habló, al que abrió la boca, al que rompió el pacto de silencio que en la mafia italiana y en las películas de “El Padrino” se denomina “omertá”. Ese pacto no escrito dice que ningún miembro del grupo puede acudir a las autoridades policiales, a la Justicia o la prensa para incriminar a sus compañeros de la Cosa Nostra. Romper la “omertá” -o en lunfardo, cantar o batir- se considera una traición imperdonable que a veces se paga con la muerte.

¿Por qué habló, entonces, Diego Spagnuolo, el ex agogado y amigo del Presidente y ya cesanteado titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis)? ¿Qué puede ocurrir de ahora en más, si el que quebró el pacto de silencio es alguien tan cercano a Javier Milei? ¿Qué queda para el resto? ¿Se empieza a resquebrajar la “omertá” libertaria?

Son preguntas inquietantes que se hacen en el Gobierno luego de que Spagnuolo hablara en varios audios de coimas de hasta 800 mil dólares mensuales que pagaban las droguerías para mantener sus contratos con el Estado, dinero que, según esas grabaciones, terminaba en manos de la hermanísima Karina Milei, quien, como en el caso $Libra, otra vez ocupa el incómodo centro de la escena. Los audios con el sincericidio del echado funcionario son pornográficos e incluyen en la cadena de recaudación a los primos Martín y “Lule” Menem, quienes no casualmente reportan a la hermana presidencial.

Pero, ¿cómo llegaron esos audios a manos de periodistas del streaming Carnaval y del sitio DataClave? Aquí empiezan las especulaciones: si uno presta atención al ruido ambiente, parece tratarse de una grabación que alguien hizo sin que Spagnuolo se diera cuenta, mientras hablaba en confianza en medio de una comida, acaso en un lugar público. ¿Quién lo grabó? ¿Quién sabía que el funcionario era tan frontal y deslenguado? Son varios los que por estas horas afirman que el abogado de Milei, que tiene fama de bocón, ya venía explayándose en esos términos sobre lo que sucede dentro del Gobierno. Era cuestión, entonces, de sentarse con él y prender un grabador que no estuviera a la vista.

Esa, con todo, es la hipótesis más llana y menos conspirativa. Porque hay otra peor: en el Gobierno, lo que llama la atención de los audios es lo precisos que son conceptualmente, casi como si se tratara de un discurso previamente ensayado por Spagnuolo, es decir, una escenificación que le permite al ex funcionario simular que fue sorprendido en su buena fe. Una manera de tirar la piedra y esconder la mano. En la Casa Rosada creen que, a sabiendas de que su continuidad laboral corría peligro por los escándalos en el área de Discapacidad -con el trasfondo del veto que los diputados le acaban de rechazar al Presidente-, Spagnuolo quizá intentó hacerles llegar una advertencia a sus verdugos o, de última, llevarse a varios puestos. Entonces, el audio supuestamente “robado” habría cumplido ese fin.

Es difícil saber si esto es cierto porque, mientras se escribían estas líneas, el ex funcionario continuaba sin aparecer. Nadie conocía su paradero.

Antes de ser echado, el mensaje que su entorno había filtrado a los medios era que Spagnuolo debía seguir en su cargo porque, de lo contrario, se le estaría dando entidad a lo que decían las grabaciones. Lo cual refuerza la idea de que esos audios eran, en el fondo, una advertencia: “No se metan conmigo”. ¿Cómo echar a alguien que sabe tanto y además está dispuesto a ventilarlo?

Es más, el Gobierno primero intentó que renunciara en buenos términos, acaso aduciendo “cuestiones personales”, pero él se se opuso y lo terminaron corriendo.

Ojalá que Spagnuolo reaparezca rápido. Solo para comprobar que se encuentra bien.

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