La disputa interna en el Movimiento Al Socialismo (MAS) alcanzó un nuevo nivel de violencia este lunes en La Paz. La sede del partido en la zona de Miraflores fue tomada por militantes arcistas liderados por el diputado Rolando Cuéllar.
En respuesta, seguidores de Evo Morales se movilizaron y retomaron el control del inmueble. La situación escaló a tal punto que varios involucrados huyeron por los techos de edificaciones aledañas.
Desde tempranas horas, Cuéllar y un grupo de militantes arcistas ingresaron a la sede utilizando una escalera. Una vez adentro, el diputado arrancó afiches y retratos de Evo Morales, a quien calificó de «pedófilo«. En medio de arengas, anunció que quemarían todas las imágenes del exmandatario y que recuperarían la casa del MAS para la militancia.
Los arcistas justificaron su acción asegurando que la sede pertenece legalmente al partido y no al Frente Para la Victoria (FPV), que actualmente respalda la candidatura de Morales. «Esta es nuestra casa, no permitiremos que un violador en serie se adueñe de ella«, afirmó Cuéllar. Sus seguidores procedieron a borrar los grafitis y a repintar las paredes.
Minutos después, un grupo de evistas llegó al lugar para desalojar a los ocupantes. Se produjeron enfrentamientos violentos entre ambos bandos.
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Cuéllar fue visto disparando petardos contra los seguidores del exdictador Evo Morales. La situación se tornó caótica cuando los evistas lograron ingresar por la fuerza a la sede.
Ante la arremetida, los arcistas optaron por huir. Varios militantes, incluido Cuéllar, escaparon a través de los techos de edificios vecinos. En videos difundidos en redes sociales se observa a los militantes trepando desesperadamente para evitar ser alcanzados por sus excamaradas del partido.
Los evistas, tras retomar la sede, realizaron una conferencia de prensa en la que exhibieron un zapato, asegurando que pertenecía a Cuéllar. «Este es el zapato de un delincuente, ha huido al ver la furia del pueblo«, declaró el abogado Wilfredo Chávez. Sin embargo, se descubrió que el calzado no coincidía con el que el diputado usó durante la toma.
Horas después, Cuéllar respondió a las acusaciones en una rueda de prensa. Mostró un corte en su dedo y denunció intento de asesinato. «Han querido matarme dentro de la sede«, afirmó.
Lo que llamó la atención fue su afirmación de que perdió «cinco litros de sangre», lo cual generó dudas sobre la veracidad de su testimonio. Esto porque con tal cantidad de sangre perdida, el diputado habría sufrido un shock hipovolémico.
¿Los evistas continúan siendo masistas?
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Mientras tanto, el ala evista anunció acciones legales contra Cuéllar y los arcistas por «allanamiento ilegal». «La sede es propiedad de Leonilda Zurita, no del Gobierno ni de Cuéllar», argumentó el abogado Cristian Velasco. Exigieron que las autoridades actúen contra los responsables de la toma.
A pesar de la intervención policial para evitar mayores agresiones, la tensión persiste. El conflicto entre evistas y arcistas no solo refleja la fractura interna del MAS. También muestra la lucha por el control de su dirección y estructura política.
Uno de los aspectos que genera cuestionates en esta disputa es la insistencia de los evistas en mantener el control de la sede del MAS. Esto a pesar de que Evo Morales ya oficializo su alianza con el Frente Para la Victoria (FPV). Si Morales ya no es parte del MAS, por qué sus seguidores buscan conservar un espacio que pertenece al régimen.
Las imágenes de militantes escapando por los techos reflejan el nivel de la disputa. Lo que empezó como una pelea por un inmueble se ha convertido en una batalla abierta por el liderazgo dentro del MAS. Con denuncias, agresiones y enfrentamientos, el conflicto está lejos de resolverse.
Los enfrentamientos entre arcistas y evistas no solo exponen la fractura interna de un partido en declive. También evidencia una irresponsable lucha por el poder, mientras el país se desploma bajo el peso de decisiones económicas equivocadas. Se disputan la sede del partido cuando, entre los dos bandos, han contribuido a la crisis que ahora afecta a millones de bolivianos.