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viernes, 31 enero, 2025
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Nicolás Márquez, el ideólogo detrás del giro cavernícola de Milei

El 1 de mayo del 2023 Nicolás Márquez se cruzó a su gran ídolo. Como suele suceder con las grandes anécdotas, esta también pasó por una absoluta casualidad. El escritor venía de presentar uno de sus libros en la ciudad de México y regresaba a su Mar del Plata natal, cuando en el aeropuerto vio a lo lejos a aquel hombre que tanto lo había marcado. Márquez puede ser un provocador serial que trata a la homo- sexualidad como una enfermedad, a Pinochet como un héroe y a Alfredo Astiz como un compinche con el que compartió decenas de almuerzos, pe- ro cuando ve a su héroe hace lo mismo que cualquier hijo de vecino: se abalanza para tratar de sacarle una charla, un abrazo o una selfie. Sin embargo, el desenlace no fue como lo había imaginado. Es que apenas se acercó a Miguel Mateos el músico lo paró en seco.

Se ve que el autor de hits como «Tirá para arriba» y «Obsesión» había visto algún comentario suyo acerca del aniversario del 24 de marzo – «Argentina vivió una guerra contra el terrorismo y la ganamos», suele decir Márquez- y no le había gustado. Para nada. Hubo reproches, acusaciones duras y algunas palabras subidas de tono. El escritor, que tiene el cuero curtido al nivel de que puede mofarse de la enfermedad de Esteban Bullrich, tratar de «depravada» a una persona que acaba de morir por HIV, recomendar el uso de «napalm» para reprimir una movilización o coquetear con la idea del voto calificado, sintió el golpe de haber sido rechazado por su ídolo.

Aunque resulta algo difícil imaginar a Márquez bailando al ritmo de «que venga lo que venga para bien o mal», Mateos fue, para él, mucho más que su música. Por eso le dolió. El escritor suele contar una historia que lo marcó: cuando tenía poco más de 20 años fue a ver a Mateos a un teatro marplatense con capacidad para 2500 personas, aunque en el público no había más de 200. Sin embargo, el artista no sólo hizo el recital entero sino que hasta metió más bises de lo esperado.

De ahí se llevó Márquez una «lección de vida»: creer en uno mismo, por más que en un momento el mundo entero te de la espalda. Márquez, con sus ideas extremas, pasó casi toda su vida adulta siendo un marginado de la sociedad. Hasta su propio ídolo lo llegó a rechazar. Pe- ro ahora cambió el espíritu de época. Y el biógrafo de Javier Milei, uno de los intelectuales que más influencia al Presidente, se prepara para con- quistar todo.

Trastienda

Al escritor se le sindi- can dos grandes éxitos. Uno es haber descubierto a Agustín Laje, cuando este era apenas un joven ignoto de 15 años. El cordobés, que en aquel momento cursaba la secundaria en un colegio, en sus palabras, «muy zurdito», le escribió una carta luego de leer su libro «La otra parte de la verdad».

Este es el primer trabajo de largo aliento de Márquez, en el 2004, texto que le empezó a hacer un nombre des- tacado en el mundo ultraconservador local, donde le baja el precio a los crímenes de la última dictadura militar y reivindica su accionar: «Las Fuerzas Armadas operaron como respuesta a la violencia de la que ellas y la sociedad eran objeto, su gran mérito fue la epopeya de ganar la guerra interna contra el terrorismo y la subversión marxista con la consiguiente restauración de la paz y y el orden». El libro fue la culminación de un camino que para Márquez había arrancado a los 18 años, cuando se afilió a la UCD de Álvaro Alsogaray. Luego siguió con el ingreso al Opus Dei a sus 20, donde se bautizó, y con una formación en las ideas de «Tradición, Familia y Propiedad», organización nacida en Brasil que se autoproclamaba ser «el mayor movimiento cívico- cultural anticomunista de inspiración católica del mundo».

Ese recorrido lo fue acercando a la familia militar, en especial de la mano de «Memoria Completa», agrupación que pedía por la liberación de represores y que conducía Karina Mujica, una dirigente con la que conducía un programa de radio y que terminó en el ostracismo luego de que una cámara oculta re- velara cómo se prostituía. Laje vio en él un referente. Y se llevó una gran sorpresa cuando Márquez, que le llevaba 13 años, le empezó a contestar las misivas y a recomendar- le libros. Un día el joven lo fue a ver a una presentación y desde entonces se convirtieron en maestro y pupilo. Laje, hoy el gran referente de la nueva derecha internacional de habla hispana, suele contar la anécdota que cambió para siempre su futuro. Márquez un día lo paró en seco y le dijo que se estaba convirtiendo en un «militante» y que eso estaba mal: la derecha ya tenía militantes, lo que le faltaba eran «intelectuales».

En el 2016 publicaron juntos «El libro negro de la nueva izquierda», el primer gran best seller de ambos. Ahí Márquez hace un capítulo llamado «la autodestrucción homosexual» donde compara a los gays con distintas enfermedades y los llama «sodomitas», entre otros insultos. De cualquier manera, el escritor se anota un gran éxito en el terreno político. «Me imagino una síntesis entre liberales que crean en la vida desde la concepción, conservadores que crean que la tradición tiene que estar al servicio del progreso y nacionalistas que no confundan amor a la Patria con el amor al Estado». Esto lo dijo en el Auditorio Belgrano, en 2019: la tesis del escritor se parece mucho a la base de lo que sería, dos años más tarde, La Libertad Avanza. De hecho, Milei y Laje siguieron esas palabras desde el mismo escenario. Muchos en el mundo libertario ven en esas palabras casi una profecía.

Ideólogo

«¿Quién es alguien de derecha?», se preguntaba Milei en el 2018. «Es alguien a quien no le moles- ta con quién comercializás pero no deja que te metas en la cama con quien vos quieras. A un liberal libertario no le molesta con quien comercializas ni con quien te metes en al cama». Así explicó el economista, durante años, cuál era la diferencia entre estas dos ideologías. Sin embargo, hoy ya no piensa lo mismo. En el medio pasó Márquez. Ambos se conocieron en ese mismo año, época en la que dieron una charla juntos. Sin embargo, el gran acercamiento con Milei, el momento donde el libertario lo terminó de comprar, ocurrió a fines de 2021. Márquez hizo de puente entre él y Ricardo Bussi, el orgulloso hijo del genocida tucumano, con el cual el escritor tiene una larga relación.

Bussi terminaría siendo el candidato en Tucumán de La Libertad Avanza, un espacio que en aquel momento parecía muy lejos del poder. Desde ahí el vínculo se fue intensificando, aunque tuvo algunos baches. Uno fue, por ejemplo, cuando Márquez y Laje le dedicaron un vivo en Youtube de una hora y media a «El Loco», la primer biografía sobre Milei que escribió el autor de esta nota. Aunque la intención del video es insultar y descalificar tanto al libro como a su autor, el tiro le salió por la culata. Milei llamó a Márquez para recriminarle con dureza haber- le hecho «publicidad» al trabajo, del cual puntualmente le había enojado que se revelara su perfil místico y su convicción de ser el elegido de Dios, con el que dice poder hablar a través de su perro muerto. De cualquier manera, esta relación tendría su clímax con «Milei, la revolución que no vieron venir», la biografía autorizada y panfletaria que escribió sobre el Presidente el año pasado.

Sin embargo, la gran influencia de Márquez y Laje pasa por el terreno de las ideas. Es notorio el giro de Milei desde su anarcocapitalismo inicial con el que se mostró, por ejemplo, en Davos, donde pronunció un encendido discurso contra la «agenda woke». Ahí el Presidente relacionó la homosexualidad con la pedofilia, a través de un caso en Estados Unidos donde una pareja del mismo sexo abusó durante dos años a sus hijos adoptivos. «En su versión más extrema la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil, son pedófilos», dijo.

Parecía casi sacado del manual de Márquez. Esa transformación del libertario se viene apreciando desde la victoria de Trump, y tuvo su primer expresión pública en diciembre. Ahí el mandatario, en el discurso que dio en la CPAC se reivindicó por primera vez «de derecha». Fue en el mismo evento en que llamó a «dar la vida por la causa», lógica que va contra lo más eleme tal del anarcocapitalismo -ideología ultraindividualista que no reconoce ninguna expresión comunitaria- y donde habló de una «guerra» entre el «bien» y el «mal», otra expresión bélica que hace años utiliza Márquez -«no tenemos adversarios, tenemos enemigos», es una de sus máximas-. El escritor dejó su huella.

Futuro

El 2025 puede ser movido para Márquez. Una persona de su entorno cuenta que suspendió un libro que tenía pensado escribir sobre Pinochet -«hizo una magnífica gestión que acabó con la tiranía marxista y que sólo padecieron los terroristas no los argentinos de bien», suele decir sobre él- para despejar su año. ¿Le llegará la oferta de una candidatura? «Si consideran que puedo aportar, yo estaría», dijo en una entrevista a «El País» en mayo de 2024. Cerca de Márquez algunos descartan esta posibildad. «Nicolás es muy frontal, y puede resultar algo incómodo para el Gobierno tenerlo en una lista». Es una tesis válida, no sólo por las declaraciones polémicas que suele hacer sino por otros lugares oscuros en su historia. Uno es la admiración que Márquez mostró tener con Salvador Borrego, un intelectual nazi mexicano autor del libro «Derrota Mundial» -donde se narra como el bando «bueno» perdió la Segunda Guerra- y de frases como «los judíos, que son especuladores, están haciendo un complot mundial para debilitar al mundo a través del homosexualismo y el aborto para luego controlarlo».

Otra es la causa que le hizo su ex pareja por un abuso a a hija de ambos que, según la Justicia -que desestimó la causa-, nunca existió. Hoy la hija no mantiene relación con su padre y este episodio es recordado, en forma de ataque, a diario por parte de sus críticos. «A mí me quitaron algo, me generaron una tristeza y no le pido al Estado que me restituya nada», dijo en «El País». Otro pasatiempos de Márquez es una constante andanada de críticas a Victoria Villarruel. Ese desenlace es curioso. En el arranque de su carrera ella le presentó su primer libro y hasta llegaron a tener una íntima relación cuando ambos hicieron un curso de defensa estratégica en Estados Unidos. De hecho, solían compartir almuerzos con Astiz, el más temible represor de la ESMA, cuando estaba detenido en la base naval de Zárate. La actual Vice iba ahí a ver a su mentor Alberto González, otro represor de ese centro clandestino, y Márquez a Astiz. Todos solían comer juntos. ¿Mantiene relación el escritor con «el Ángel de la muerte»? Es un misterio, aunque cuando murió la madre del represor, unos años atrás, Márquez lo llamó para solidarizarse. De cualquier manera, está claro que el escritor llegó para quedarse. El clima de época cambió a su favor y ahora es él el que llena estadios.

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