El rubro de la carne vacuna se ha convertido en uno de los principales factores a la hora de explicar la aceleración o el freno en el ritmo inflacionario. Y así como en diciembre fue el determinante de que llegara al impactante IPC de 25,5%, es posible que en enero juegue el rol opuesto, haciendo de amortiguador del índice.
En parte, esto ocurre por la reversión del «overshooting»: los precios habían subido tanto hacia fin de año que los consumidores no convalidaban los aumentos en las carnicerías, y hubo algunos cortes en los que hasta se verificó una retracción del precio.
Además, estuvo el factor devaluación: con el recambio gubernamental y la suba del dólar oficial al nivel de $800, la carne sufrió el impacto de todo producto de exportación. Pero una vez pasado el shock inicial, cuando el tipo de cambio real empezó a caer por el efecto inflacionario, la presión se modera.
Por otra parte, juegan también los típicos factores estacionales: después de las fiestas de fin de año, la relación entre oferta y demanda se invierte, de manera que los precios no encuentran sustento para seguir subiendo.
Todo esto se verificó este verano con una intensidad pocas veces vista. En diciembre, según los precios que mide la consultora LCG, la carne acumuló un impactante 41,2%, superando al promedio de la canasta alimentaria, que subió en ese mes un 35,4%.
Pero en enero, el fenómeno se revirtió por completo: la carne apenas se movió un 8,1% en cuatro semanas, muy por debajo del promedio del rubro alimentario, que registró una suba de 14,6%.
Tras haber liderado los aumentos en diciembre, la carne fue un factor de contención de la inflación en enero
Dado que la carne tiene una alta ponderación en la canasta que elabora el Indec, esto llevó a los economistas a pronosticar una baja del IPC de enero respecto del mes anterior. La mayoría de los analistas creen que rondará el 20% -dado que, si bien se moderó el rubro de alimentos, eso se verá contrapuesto por los aumentos en servicios y precios regulados, como los combustibles y la medicina prepaga-. Los más optimistas llegan a aventurar una cifra incluso más cerca del 15% que del 20%.
Lo cierto es que, en todos los casos, lo que se está esperando es que el sendero de la inflación continúe su camino descendente, de forma tal que en abril o mayo se pueda volver a un IPC de un dígito.
Por qué variaron los precios
Hay, sin embargo, una amenaza en el horizonte: el alivio en el precio de la carne, que se verificó en enero, podría ser apenas una tregua pasajera. Porque los precios que se ven hoy en las carnicerías están reflejando el momento mínimo de la hacienda en el mercado de Cañuelas, ocurrido hacia el 12 de enero.
Pero los analistas del mercado cárnico creen que allí hubo un punto de inflexión, a partir del cual los precios vuelven a subir. Sobre fines de enero, ya los precios volvieron a $1.502 para novillos y $1.626 para novillitos, y se percibe una tendencia creciente.
«La perspectiva de corto plazo muestra una oferta ganadera en declinación», apunta el experto Ignacio Iriarte, quien observa que actualmente la venta en Cañuelas no solamente cayó respecto del pico de diciembre sino que también es baja en comparación con enero del año pasado.
Es una situación que se había pronosticado, porque ahora los productores ganaderos, que el año pasado enviaron una cantidad inusualmente alta de animales a faena, están ahora tratando de recomponer su stock.
Lo cierto es que la carne, durante el año pasado, tuvo dos ciclos bien diferenciados: uno hasta agosto, cuando los aumentos fueron bien inferiores al nivel de la inflación -ese mes, el asado subió 2,8%, frente a un IPC de 6,3%- y luego otro, en el que el nivel de aumentos de la carne llegó a casi triplicar la inflación promedio.
En el mercado ganadero de Cañuelas se observó un punto de inflexión en los últimos días, con una recuperación de los precios
Lo que explicó este punto de quiebre fue el efecto de la sequía sobre el negocio ganadero. Ante la falta de pasturas y el encarecimiento de los forrajes, los productores decidieron enviar a faena un número de animales superior al habitual, lo cual generó el exceso de oferta que mantuvo los precios relativamente bajos en la primera mitad del año.
Pero luego, como siempre ocurre en esos ciclos, empezó a notarse la retención, cuando los criadores empezaron a recomponer su stock, en coincidencia con el regreso de las lluvias.
Se revierte el ciclo
¿Qué está ocurriendo ahora? Si el dato de referencia fuera lo ocurrido en las carnicerías en enero, podría afirmarse que otra vez se inicia un ciclo de abaratamiento relativo de la carne. Pero ya hay advertencias en el sentido de que se tratará de un fenómeno de corta duración y que el consumo se mantendrá en niveles bajos.
«La oferta de ganado para la faena en los primeros meses del año, y muy probablemente hasta la entrada del invierno, será reducida. El cambio climático está generando el inicio de un ciclo ganadero opuesto al del año pasado, el de la retención», argumenta el analista Nicolás Razzetti, en un reporte de Agroeducación.
El dato a destacar es que los establecimientos de engorde a corral se están vaciando. Según los datos de Senasa, a fines de diciembre había 1,6 millones de animales en los corrales, una cifra baja para un fin de año, si se tiene en cuenta que en momentos de picos de ingreso se contaron 2 millones de cabezas.
Esa tendencia, que da la pauta de una mayor salida de hacienda para los frigoríficos, se mantendría durante el verano, mientras que a partir de marzo volverá a subir la oferta de animales para los establecimientos de engorde, observa Razetti.
El consumo de carne se mantendrá bajo este año: los expertos prevén un promedio de 46 kilos anuales por habitante
Mientras los ganaderos intentan recuperar sus números luego de un año con una faena mayor a la habitual, la oferta quedará restringida a lo que ofrezcan los feedlots, que cada vez tienen menos animales disponibles.
Puesto en números, las proyecciones indican que este año habrá una tasa de extracción -es decir, la faena respecto del stock vacuno- en el orden del 25,5%, lo que implica una caída de la oferta respecto del año pasado, cuando esa tasa llegó al 26,8%.
De confirmarse esa tendencia, la faena podría caer por debajo del nivel de 14 millones de vacunos, con un peso promedio de 234 kilos, según estima Iriarte. Esto implicaría un volumen de producción de carne para este año de entre 3,16 y 3,2 millones de toneladas.
«Las exportaciones podrían ubicarse en 1 millón de toneladas y el consumo local podría estar alrededor de las 46–47 kilos per cápita anual», estima el experto.
Lo cierto es que, mientras en el corto plazo el «factor carne» ayudará a una moderación de la inflación, ya aparecen los indicios de que ese fenómeno se revertirá en un lapso relativamente breve.