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Entre renovadas dudas, Milei enfrenta un trimestre clave para la inflación y el dólar

El gobierno de Javier Milei transita un trimestre que puede ser de oro o de plomo, según el resultado al final del recorrido. No solo en el plano político, en el que hasta el viernes apostaba a (casi) todo o nada en el Congreso y la Justicia con la ley ómnibus y el megadecreto de desregulación, sino también a nivel económico y social. En estos primeros meses de gestión está en juego la sujeción de variables claves que, si se fueran de cauce, comprometerían la estabilidad económica. En ese sentido, el sorpresivo anuncio del ministro Luis Caputo de que el Gobierno retiró el paquete fiscal incluido en ley de bases, suma incertidumbre donde ya había bastante.

Hay coincidencia entre los economistas: para el gobierno libertario es clave bajar la inflación rápidamente para no perder la ganancia en materia de competitividad que permitió la fuerte devaluación de diciembre. La Fundación Capital, por ejemplo, advirtió en su último informe que la posibilidad de sostener las minidevaluaciones del 2% mensual del tipo de cambio oficial es “limitada”, no genera confianza y plantea la duda sobre cuándo y cómo se saldrá de este esquema y si esa salida será exitosa o desencadenará una carrera inflacionaria aún mayor que la actual.

En la Fundación Mediterránea también ponen en duda el régimen ideado por Toto Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili. “Si el deslizamiento del dólar oficial del 2% mensual no logra anclar las expectativas, no es una opción acelerar la devaluación y dejar el resto del programa tal cual está; no se puede confiar todavía en una única ancla cambiaria y monetaria para hacer aterrizar las expectativas de inflación”, advierten.

Consultado por LA NACION, un expresidente del Banco Central coincide en parte en que existen estos riesgos, pero cree que hay margen para manejar la situación. “La hiperinflación no se da por exceso de pesos, sino por la caída en la demanda de dinero. Es cuando la gente sale a comprar dólares o cualquier cosa para sacarse los pesos de encima. Eso pudo haber pasado en diciembre, pero no sucedió. El disparador de este tipo de comportamiento siempre es político. Hoy todavía hay incertidumbre política y el Gobierno no puede ir a todo o nada; debe buscar consensos”, recomienda. Y agrega que si bien aún hay riesgos, vienen manejando muy bien la situación y han despejado el riesgo hiperinflacionario; es un tema que se tiene que ir viendo todos los días”.

El exbanquero central ve puntos de contacto entre la actual situación y la de fines de los 80, principios de los 90. “A veces no alcanza con una sola devaluación y no la podés hacer toda junta porque aumenta mucho la pobreza; aún falta corregir algunos precios relativos, como las tarifas, por eso necesitás un clima recesivo para que esa corrección no se vaya a precios de golpe”, explica, y recuerda que “en 1989-1991 se necesitaron varias devaluaciones antes de anunciar la convertibilidad”.

Milei también necesita un triunfo rápido en materia inflacionaria para moderar la caída de ingresos de la población, un factor de alto impacto en el ánimo social. Hace unos días declaró que repetir en enero el índice de precios de diciembre (25,5%) sería otro “éxito” (ya había calificado de esa manera al número del mes pasado) y demostraría que el problema está en el largo camino hacia la solución. ¿En el intento de manejar las expectativas vale todo? “No cantes gloria hasta el fin de la victoria”, dice un viejo refrán español.

Según un informe de Eseade, el salario real es una de las variables más sensibles para el ánimo de la gente. “La tolerancia de la ciudadanía a la pérdida de poder adquisitivo será un determinante clave en el humor social y si el golpe al bolsillo es fuerte la ciudadanía podría poner en un segundo plano si es herencia o no”, advierte Iván Cachanosky, autor del paper. Cachanosky escribió, junto a Emilio Ocampo, frustrado verdugo del Banco Central, el libro Dolarización: una solución para la Argentina, que hasta meses antes de las elecciones era la Biblia para el núcleo duro mileísta.

“Yo creo que nadie mensura la caída del ingreso real como factor de convivencia social. Que, por ejemplo, a Belocopitt [Claudio, dueño de Swiss Medical] lo insulten en su propio restaurante [por los aumentos de las cuotas de las prepagas] es un síntoma de algo más profundo. Sin paz social no hay estabilidad macroeconómica”, interpreta un exfuncionario de la anterior administración. Su receta es la más invocada de la historia argentina, aunque nunca fue puesta en práctica, ni siquiera por su propio gobierno: el famoso “acuerdo de unidad nacional”.

Lo cierto es que, más allá de los diagnósticos, la administración kirchnerista le entregó el mando a Milei con un punto de partida muy bajo: en noviembre el salario volvió a perder contra la inflación y en 11 meses de 2023 quedó rezagado en casi 30 puntos porcentuales respecto del índice de precios, como informó el Indec. Todo hace prever que los ingresos seguirán deteriorándose. Las familias deberán afrontar más gastos en tarifas de luz y gas, transporte, medicina privada, colegios y servicios en general. La clase media deberá ajustarse o ir hacia su propio “déficit fiscal”.

Milei aún goza del crédito que le dieron las urnas, pero sabe que el tiempo le juega en contra. En la vereda de enfrente también. Lo demostró el tempranero paro general de la CGT a solo 44 días de la asunción presidencial, un récord en 40 años de democracia, con el plus de llegar tras cuatro años de silencio ante el gobierno amigo de Alberto Fernández, “el presidente de las tres copas”, que dejó la inflación en torno del 200% anual. El exmandatario podrá sumar un trofeo a los tres que se atribuía (Copa América, Finalissima y Mundial de Qatar) y celebrar el campeonato mundial de inflación 2023, logrado tras una reñida final con El Líbano.

La extemporánea medida de fuerza puede haber sido el primer ensayo de una renovada alianza entre CGT, organizaciones sociales y parte del peronismo. Hay versiones de que estarían conformando mesas de trabajo para esbozar un “plan alternativo” en caso de que el programa de Milei fracase. Un intendente del conurbano del PJ confirma que el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, les pidió a los jefes comunales armar mesas intersectoriales con sindicatos y organizaciones sociales para monitorear la situación en la provincia, aunque aclara que llevar eso al nivel del partido “ya sería otro tema” y recuerda que el peronismo hoy está fragmentado y con su presidente viviendo en España. Otra fuente de ese espacio niega una eventual interpretación conspirativa: “No hay margen para boludeces así”.

Al igual que sucede con el precio del dólar oficial, algunos fijan la vista en marzo como fecha clave para monitorear la situación social en el conurbano, donde la pobreza se siente con fuerza. “Hay un poco más de demanda alimentaria y de atención en hospitales, pero no tiene las características extremas que algunos plantean”, afirma el intendente consultado. Pero advierte: “Sí se ha cortado la asistencia nacional y el parate de la obra pública afecta bastante el empleo; a partir de febrero o marzo se va a sentir qué impacto tiene esto en el territorio”.

Es algo que también inquieta al FMI, que planteó el tema en sus encuentros recientes con Milei y sus funcionarios. Tanto la misión que visitó el país para negociar un nuevo acuerdo, como la directora del organismo, Kristalina Georgieva, desde Davos, señalaron públicamente la necesidad de que el Gobierno refuerce la ayuda social a los sectores vulnerables. La otra gran preocupación del Fondo era que haya consenso político. Son temas que el board volverá a repasar el miércoles próximo cuando se reúna para tratar el caso argentino. Lo hará en un nuevo escenario, distinto al que encontró la misión cuando estuvo en Buenos Aires. El retiro del paquete fiscal de la ley ómnibus introduce ahora nuevas incógnitas sobre el futuro. Tanto el Fondo como los mercados y los analistas creían que era lo más importante de la norma.

Caputo prometió mantener el objetivo de déficit cero, pero dio pocas pistas de cómo lo logará. “Evaluaremos nuevas medidas y trataremos de consensuarlas con los gobernadores”, dijo. Y dejó un velado mensaje a los mandatarios: no podemos gastar más de lo que se recauda.

La importancia de la viabilidad política ya había sido advertida por un informe de Consultatio previo a la asunción del libertario. Allí se recordaba que “varios programas de estabilización ortodoxos del pasado fracasaron por estar basados únicamente en el ajuste fiscal y monetario”, lo que derivó en la “incapacidad de lidiar con la inercia inflacionaria y la recesión derivada de la licuación de los salarios reales y la suba del desempleo, que los volvió insustentables”. Y recordó que “los planes de estabilización exitosos en bajar la inflación de los años 80 combinaron tanto elementos de ortodoxia económica como herramientas de desagio, acuerdos de precios y salarios y otras políticas de ingreso para volver el ajuste macro más sostenible políticamente”.

Lo que termine sucediendo con la ley de bases, o lo que queda de ella, definirá el carácter y el tono de la experiencia libertaria de aquí en más.

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