“Somos todos un poco animales de costumbres, hay una animalidad intrínseca en el ser humano y a nosotros nos gusta investigar y habitar esos límites entre el ser humano racional y el instinto animal. Durante la obra nos pavoneamos como aves pero también aparecen fisicalidades propias del reino animal”, dice Luciano Rosso, creador e intérprete junto a Alfonso Barón de la magnífica “Un poyo rojo” que agregó funciones y se presenta en la sala grande del Metropolitan hoy, el martes, viernes 25 y el domingo 27 de julio.
El suceso escénico internacional que lleva un recorrido internacional sin precedentes, con 15 años ininterrumpidos, con más de 1000 funciones en 30 países alrededor del mundo, cuenta la historia de un primer beso entre dos criaturas. Pueden ser hombres, perro, gato o árboles, que se encuentran en un vestuario y empiezan a competir, seducirse y finalmente despliegan sus plumas como si fueran pájaros. Un cruce entre la danza, el deporte y la sexualidad. Una obra que, a partir del lenguaje corporal explora los límites del lenguaje contemporáneo, en respecto del movimiento y sus posteriores interpretaciones. Una provocación, una invitación a reírnos de nosotros mismos y, a su vez, reconocer nuestra totalidad. Conversamos con Barón y Rosso.
Periodista: Es teatro, es danza, es acrobacia, es improvisación, es deporte, ¿cómo definen el show?
Alfonso Barón: Se le dice teatro físico pero es teatro al fin, con el cuerpo como protagonista con una historia que mixtura lenguajes, aprovechando las cualidades que tenemos por nuestra formación. Hice deporte muchos años, rugby, deportes de montaña porque soy mendocino, esquiaba de chico, snowboard, skate, despues conoci el teatro corporal, improvisación, la farsa, la comedia del arte, absurdo, grotesco, entonces no trabajé un teatro naturalista sino atacando mucho al cuerpo. Luego conocí la danza, primero contact de improvisación, luego técnica en la UNA, estuve en el Teatro San Martín. Trabajamos con humor, clown, danza, acrobacia, mímica.
Luciano Rosso: Nosotros lo definimos como teatro físico porque no usamos un lenguaje articulado y entonces usamos el cuerpo como medio de expresión para contar esta historia. Diría que es una historia muy simple contada de una manera muy compleja.
P.: ¿Para ustedes cuáles son los temas? Yo encontré lucha, amor y guerra, búsqueda de identidad..
L.R.: El tema principal es el amor. Lo que pasa es que el amor es tan abarcativo que hay un montón de aristas y capas que acompañan la narrativa de la historia.
A.B.: Es una historia de amor entre dos seres y se muestran las distintas etapas al intentar conquistar a alguien, demostrar inseguridades o todo lo contrario, impresionar al otro, luchar y competir con el otro, resistir, generar ese tira y afloje hasta descubrir qué pasa hasta ese final en que los dos acuerdan en quedarse juntos.
P.: ¿Cómo es esa animalidad al palo, esa metáfora con lo animal?
A.B.: Como el animal no tiene raciocinio sino instinto, hay algo de esa necesidad de explorar, oler, tocar sin prejuicio y tomarse el tiempo para investigar desde un lado animal. El nombre de la obra surge por los dos creadores Luciano Rosso y Nicolas Poggi , que en varietés se presentaban como el dúo Poggi Rosso, y un día alguien se equivocó y dijo el dúo Poyo Rojo. Ellos empezaron a investigar con la riña de gallos y otros momentos de animalización. Los artistas tenemos esa ingenuidad, esa verdad que tienen los animales, ese juego que aplicamos en la obra.
P.: En tiempos en que la Inteligencia Artificial domina imágenes y movimientos, ver tanta belleza y diversión a pura teatralidad humana y tracción a sangre es un deleite, ¿qué dicen de las nuevas tecnologías?
LR.: Las nuevas tecnologías son un avance en un montón de sectores sociales, sin embargo hay algo en el teatro vivo que es irremplazable, esa simbiosis con el público, ese ritual de estar presente solo se puede dar en un contexto de interacción humana.
A.B.: Hay algo humano , despojado de tecnología, que me parece lindo y necesario para hacer contraste más allá de lo que incorporamos a nuestra vida y la necesitamos para vivir. Nuestro segundo espectáculo creado en pandemia, “Distopía”, tenia mucha de tecnología, con pantallas, televisores, efectos y consola con música en vivo, era la antítesis de “Poyo rojo” y nos trajo muchos problemas, muchas veces no funcionaba, era un lío, teníamos muchos requerimientos técnicos, salas con cierta altura y profundidad, hicimos 70 funciones y ahora vamos a preparar un espectáculo nuevo y volveremos a las bases de poyo rojo, que combina cuerpo y emoción. Qué lindo es ver algo de carne y hueso en un mundo mediatizado por la tecnología.
P.: ¿Cómo ven el teatro danza en el mundo, que destacarían como vanguardista en la escena internacional?
A.B.: El circo contemporáneo se acerca cada vez más al teatro, los artistas que desde siempre utilizan lo corporal y además trabajan con títeres, máscaras, como James Thierrée. Rescato que los trabajos sean genuinos, hay una moda de seguir ciertos temas que no me dicen nada ni me identifican, con formas poco creativas o cliché, asi que destaco la búsqueda. Vimos en París un espectáculo con dos intérpretes , con una escenografía toda hecha de cartones, con palabras escritas, muy original.
L.R.: A mi me marcó mucho la compañía DV8, pero también mis referentes fueron Buster Keaton, Charles Chaplin y todas las caricaturas que vi de chico.
P.: ¿Qué pueden decir de los vastos públicos a los que llegaron y como contrastan con el argentino?
A.B.: Tenemos aceptación general del público, por eso sigue viva la obra, nos tocaron públicos de todo tipo. En Suecia, Finlandia, Noruega, también Alemania o Suiza, durante la función los espectadores no muestran feedback, pensamos “uy, estamos remando”, y al terminar explotaba de pie. Es que están educados así, para no faltar el respeto o interrumpir. En Latinoamérica y otros de Europa inmediatamente se percibe la reacción del público. Nos acercamos a los espectadores, eliminamos la barrera con el público, se genera una comunión de empatía y cosa linda con los espectadores. Argentina particularmente es muy eufórica, mucho fuego.
L.R.: Los públicos son muy diversos, sin embargo la obra es muy bien recibida en todas partes. Hemos viajado a más de 30 países y hemos regresado más de una vez a muchos de esos países. Está claro que para nosotros el calor del público argentino tiene un plus, hay una complicidad extra cuando actuamos acá y eso nos hace muy felices.