La crisis matrimonial de un ex agente de prensa que trabajó para estrellas de rock permite descubrir sus andanzas en “Qué hago con la noche” (Tusquets), novela de Gustavo Álvarez Núñez. Periodista cultural, Álvarez Núñez publicó varios libros de poemas, la primera historia del Hip hop en castellano y los relatos “Vidas epifánicas”. Esta es su primera novela. Dialogamos con él.
Periodista: ¿Una pareja en un ring imaginario le sirvió para ofrecer los once rounds de su relación?
Gustavo Álvarez Núñez: La crisis de pareja es un buen telón de fondo para contar sus vidas, de las dudas sobre su relación, sobre la vida que llevaron, que están llevando, que podrían llevar. Los pone frente al tembladeral de la vida misma. Están en esa etapa en que todo lo que creías que te sostenía, te hacía feliz o te producía bienestar empieza a no llenarte del todo. Empiezan a aparecer ciertas fallas, ciertas carencias que no eran tenidas en cuenta y que pensabas que eran de otros escenarios.
P.: La vida de Sabrina es la tradicional de una profesional, la de Gervasio es aventurera, ha pasado por la enseñanza, la música, el mundo del rock, ¿eso hizo que su historia tuviera un lugar dominante?
G.A.N.: Me interesaba contar cómo luego de estar en un mundo donde tiene montones de privilegios vuelve a ser un ciudadano de a pie. Siente que no es tan estrella, pero tampoco un ser común. Eso le hace reflexionar sobre su vida, su legado, lo que va a dejar, si es que deja algo.
P.: En el octavo round Gervasio se da a sí mismo un cross en la mandíbula. Se vuelve crítico de su pasado, del mundo del rock.
G.A.N.: Entra en un escenario que tiene que ver con el cuerpo. En un punto el cuerpo es un vínculo con la música. No hay rock sin experiencia del cuerpo. Gervasio era deportista hasta que tuvo un accidente, a partir de ahí se dedicó a escuchar música más atentamente. Estudió sociología en la UBA y terminó dando clases en esa facultad, hasta que encontró un trabajo en el universo de las presentaciones, los recitales, las figuras, que lo llevó por el mundo. Hasta que le aparece un problema en los oídos, un sonido molesto, tinnitus. Siente que ese trabajo ya no es para él. Tiene cincuenta años y quiere una vida más tranquila. Piensa sobre el olvido, las ilusiones perdidas, las expectativas. De pronto le ofrecen dar un taller de filosofía de la música a gente joven. Abre un nuevo lugar de combate.
P.: ¿La novela es una revisión de la generación marcada por el nacimiento del rock argentino?
G.A.N.: Gervasio nace el día que se edita “La balsa”. Pertenece a esa generación cuya educación sentimental fue la música, el rock, los discos, los parques, las revistas, los libros y películas. La cultura del rock es un ecosistema que va siempre hacia adelante uniendo mundos: literatura, ecología, hipismo, punk. A un lado está la vida burguesa. Supuestamente el rock no lo es, es rebelde. Y es como esos conciertos que con el andar de la vida se hacen trizas.
P.: ¿“Qué hago con la noche” está dedicado a aquellos a los que la música le modificó la vida?
G.A.N.: Sin duda. No estaría donde estoy si una tarde no hubiera escuchado a Spinetta y entendido todo lo que había en “Pescado rabioso”, en Almendra, en la carrera de Luis Alberto. Por Spinetta hay montones de pibes que leyeron a Rimbaud, a Artaud, entre otros. Le debemos mucho al aspecto contracultural de la cultura del rock- Nos hizo de un modo de buscar un camino. Matsúo Basho dijo: “no sigo el camino de los antiguos, busco lo que ellos buscaron”.
P.: Una situación crucial lleva a Gervasio a enfrentar el anochecer de su vida, ¿también a la noche que avanza sobre la comunidad del rock?
G.A.N.: No se deja atrapar por la nostalgia. Entiende que la batalla siempre es la misma y es desigual. Donde antes estaba la ilusión, está el mercado. Bueno, el mercado siempre fue parte de la vida del rock. Él lo supo, fue agente de prensa, no un músico. Inventó relatos para que el relato mayor tuviera una narrativa. Llegó un momento en que vio el rock como algo más del mundo del entretenimiento. Algún lector puede llegar a pensar que “Qué hago con la noche” es una novela sobre la resaca del “sexo, drogas y rock and roll”, pero no es eso lo que Gervasio les entrega a sus alumnos del seminario. No baja línea. Les enseña a correr algunos límites, a tener la experiencia de pensar, a descubrir las pulsiones de los artistas. Acaso eso hace que una alumna le entregue ese escrito, “La joven promesa”, que cierra la novela.
P.: Gervasio recuerda palabras de poetas y ensayistas, géneros que remiten a los de sus obras anteriores.
G.A.N.: Vengo del periodismo de rock, tuve un grupo de rock, escribo poesía, estoy atravesado por las palabras y la música. Las citas son un homenaje a los libros subrayados. Aparecen como una telaraña de palabras, conceptos, imágenes de otros que nos hacen a nosotros. Que hacen que estemos leyendo todavía, escribiendo todavía. Esto en un punto tiene que ver con el legado de la cultura contracultural.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
G.A.N.: Una novela de dos vecinos que se conocen paseando un perro, y la deriva que implica el vínculo que nace. Uno es un diariero jubilado y el otro un cincuentón que tuvo un grupo de rock y ahora odia a todo el mundo. Otra vez aparece el tema del legado. Por otro lado, a fin de año sale en la colección “Por qué escuchamos a”, de Gourmet Musical, mi libro sobre Serge Gainsbourg, el crooner maldito. Lo escribí hace cuatro años y me dio el impulso y la tensión narrativa para meterme en las aguas pantanosas de “Qué hago con la noche”.