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lunes, 3 febrero, 2025
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Los femicidios de Bullrich: cuando el oportunismo indolente siembra incoherencia perpetua

Hace pocos días el abogado Daniel Sabsay le decía al dueño de Perfil Jorge Fontevecchia: “El femicidio es un delito, es decir que el asesinato de una mujer implica un agravante y eso fue en su momento aprobado por unanimidad. Vale la pena recordar que entre quienes lo aprobaron estaba Patricia Bullrich, que inclusive salía con pancartas y todo. Ahora modificó su criterio y piensa exactamente lo contrario. Ella sabrá por qué lo hace, ¿no?”.

Sabsay jamás podría ser sospechado de “zurdo” o “wokista”. Al contrario, es un reconocido defensor de causas reaccionarias (lo que incluye explícitas simpatías con genocidas de la dictadura) y nunca se lo verá del lado de los explotados y oprimidos. La cita, precisamente, sirve para pensar hasta qué punto la deriva de La Libertad Avanza causa estupor incluso en quienes rozan su propio espectro político-ideológico.

En efecto, la ministra de “Seguridad” pareció descolocar a algunos desprevenidos al saludar con exceso de excitación el discurso de Javier Milei en el Foro de Davos del jueves 23 de enero. En un parate de su paseo familiar por Disney, Estados Unidos, y vía la red X, Bullrich gritó “¡EXCELENTE, Presidente @JMilei!”. Agregó “basta de tibieza, basta de corrección política”. Y remató diciendo que “el mensaje es claro: se acabó la era de los débiles, empieza la era de los valientes”.

Pero a Bullrich siempre le costó horrores demostrar su supuesta “valentía” (que no tuvo ni siquiera en sus años de militancia juvenil). Sus “glorias” no se sostienen en audaces iniciativas en beneficio de las mayorías populares, sino en su (aparente) capacidad de conducir en orden a las jaurías de gendarmes, prefectos y policías federales. Pero más que su cobardía sobresalen en ella sus incoherencias, guiadas por el único afán de conquistar la confianza de sus eventuales jefes.

Tirar la piedra y esconder la mano

En su “excelente” y “claro” discurso en Suiza, Milei afirmó que se llegó “al punto de normalizar que en muchos países, supuestamente civilizados, si uno mata a la mujer se llama femicidio y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre, sólo por el sexo de la víctima”.

Al día siguiente su ministro de “Justicia”, Mariano Cúneo Libarona, anticipó que el Gobierno iría por la eliminación de la figura de “femicidio” del Código Penal, para supuestamente defender “la igualdad ante la Ley” entre hombres y mujeres; agregando que el feminismo “únicamente busca privilegios” y ha “usado a la mujer para llenarse los bolsillos y desmedrar al hombre”.

Paralelamente, fuentes oficiales divulgaban la supuesta presentación de otros proyectos legislativos para “restaurar la igualdad ante la ley”. La idea era avanzar contra el cupo laboral de mujeres y disidencias sexuales, eliminar el DNI no binario y otras guazadas similares. Todo encuadrado en la lógica de retroceder en derechos conquistados por amplios sectores sociales. Pasados ya varios días, parece que los cerebros del Gobierno enrollaron esa idea y ahora no saben dónde metérsela.

Si bien los sentidos comunes más reaccionarios siguieron siendo cacareados por las redes y streaming liberfachos, los funcionarios bajaron un cambio tras el repudio generalizado y variopinto recibido durante días.

Con casi nula capacidad para interpretar la historia, intentaron con histeria acusar a todo el mundo de haber malinterpretado a Milei. Hasta que llegó la multitudinaria manifestación internacional, con cientos de miles de personas marchando en las calles de las más importantes ciudades argentinas y concentraciones replicadas en Barcelona, Madrid, Roma, París, Londres, Berlín, Lisboa, Viena, Río de Janeiro, Montevideo y otras ciudades del mundo.

La última jugada oficial fue acusar a esa masiva y policromática manifestación de “política”, como si eso sirviera para deslegitimarla. Hasta los editorialistas de Clarín y La Nación se les rieron en la cara. Y eso que no son, precisamente, medios hostiles con el experimento conservador y autoritario que les hermanes Milei han sabido disfrazar de “libertario”.

Pato criollo

Si existiera el túnel del tiempo a Milei, Cúneo Libarona y el resto de la runfla les podría haber respondido la Bullrich de 2012, cuando a sus 56 años ocupaba una banca en la Cámara de Diputados a la que había llegado de la mano de Lilita Carrió. Como recuerda Sabsay, aquel año el Congreso modificó el artículo 80 del Código Penal nacional, incorporando el “femicidio” como un agravante de un crimen con resultado muerte. En la Cámara baja la aprobación fue por unanimidad, con 223 votos afirmativos (entre ellos el de la “cívica” Bullrich), sin votos negativos ni abstenciones.

“La votación sobre el proyecto de femicidio es muy importante”, decía por entonces la diputada. Y resaltaba que, según sus convicciones, era más que necesario “poner el énfasis en las más débiles, que son las mujeres y las personas de identidad sexual distinta”. Por eso levantó su mano al momento de votarse el proyecto de ley y hasta celebró la reglamentación por parte del Poder Ejecutivo, del que entonces era opositora.

Más cerca en el tiempo, en 2019 y siendo ministra de “Seguridad” de Mauricio Macri, Bullrich seguía pensando lo mismo (al menos formalmente). Se jactaba de que su gestión había bajado el índice de femicidios gracias a políticas específicas contra “la violencia de género” e incluso calificaba a esos crìmenes como “la cara más cruenta y visible de la violencia contra las mujeres”. Es más, llegó a decir que “en materia de seguridad ciudadana” el tema representa uno de “los principales desafíos que enfrentan los países latinoamericanos”.

Pero el túnel del tiempo no existe. A Milei y Libarona no les responde la Bullrich de hace unos pocos años, sino otra que dice todo lo contrario. ¿Cómo puede la misma dirigente, excandidata presidencial y con altas responsabilidades estatales tener la osadía de desdecirse a sí misma en un tema tan sustancial, que atañe a las consecuencias más crueles de la violencia machista y patriarcal, que deja un tendal de muertes y familias destrozadas en todo el mundo? Para el oportunismo de casta no hay límites.

¿Pero qué le hace una mancha más a la pata? Bullrich carga sobre sus espaldas los crímenes de Estado de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en su paso por el Ministerio con Macri. Gracias a un entramado judicial perverso, acompañado de una campaña mediática afín a terratenientes como Benetton y Lewis, el primero de esos crímenes sigue impune. Por el segundo cinco prefectos fueron condenados. Pero en ambos, las responsabilidades políticas siempre fueron encubiertas, aún durante los cuatro años de gestión del Frente de Todos.

“Pato” también tiene responsabilidad en la provisión ilegal de 70.000 municiones antitumulto y cientos de granadas de gas a los ejecutores del golpe de Estado en Bolivia en noviembre de 2019. Mientras hoy hace propaganda del alambrado que el gobernador massista de Salta, Gustavo Sáenz, quiere levantar en parte de la frontera con el país vecino, ella está imputada en una causa penal por aquella colaboración con los golpistas del altiplano.

Bullrich es incapaz de terminar con los negocios hipermillonarios del narcotráfico, la trata de personas, el contrabando de mercancías, los desarmarderos y demás ítems del crimen organizado. Sencillamente porque esos negocios son manejados por grandes capitalistas, miembros de una clase a la que ella le rinde total pleitesía.

Como contrapartida, es mandada a hacer para criminalizar a los eslabones más débiles de esas cadenas productivas. Ahí está el crimen de Fernando Gómez, el joven “chanchero” salteño que en diciembre perdió la vida atravesado por las balas de la Gendarmería. Apenas conocida la muerte, sin pruebas ni vergüenza, “Pato” acusó al pibe de “narcoterrorista”. Otro crimen de Estado por el que alguna vez deberá responder.

A Bullrich, la otrora “republicana”, le apasiona perseguir, reprimir y encarcelar a quienes protestan por derechos básicos. Allí tampoco reconoce límites. Hay dos ejemplos flagrantes de su gestión en modo “libertario” que la pintan de cuerpo entero: el armado de una causa penal contra 33 personas cazadas al voleo en el centro de Buenos Aires, acusándolas de “terroristas que querían consumar un golpe de Estado”; y el disparo al rostro del abogado defensor de derechos humanos Matías Aufieri, por parte de la Policía Federal, mientras éste asistía a manifestantes en la Plaza Congreso.

La causa contra 33 personas, de junio de 2024, la armó su fiscal amigo Carlos Stornelli. Un expediente que desde el principio destiló groseras irregularidades y pruebas falsas. Tanto que, pese a sus deseos, la jueza María Servini se vio obligada a recriminarle al fiscal su pésima “investigación” y ordenar la liberación de les detenides. En el caso del doctor Aufieri, que perdió la visión de su ojo izquierdo por la agresión de la Federal sobre la Plaza Congreso (es decir, violando su propio “protocolo”), se tramita una causa en la que están imputados Bullrich y varios de sus esbirros. Si se hiciera justicia, deberán pagar por ello.

Un garrote uniformado | Foto Noticias Argentinas

Un garrote con forma de búmeran

Bullrich es el garrote del régimen y es ideal para ello por dos razones: falta de escrúpulos y el hecho de que es una absoluta incompetente”. La definición se la dio a La Izquierda Diario Ricardo Ragendorfer en julio de 2023, cuando ella era candidata a presidenta y aún no había sellado su pacto con Milei. Es más, por aquellos meses el ahora presidente la acusaba nada menos que de haber sido una “terrorista que ponía bombas en jardines de infantes”.

En aquella conversación, Ragendorfer destacaba de Bullrich su “peregrinaje por partidos políticos disímiles, como si fuese una persona que cambia sus posturas políticas como quien se cambia de camisa”. Y afirmaba que “la meta de su vida no era la ideología o una lucha político/ideológica sino la acumulación de poder sea donde sea y siempre al lado del ganador de turno”.

No es raro que Bullrich hoy considere más importante sumarse con fervor a la cruzada “anti wokismo” que mantener algo de coherencia intelectual en temas tan caros a nivel social como los femicidios y la violencia contra las mujeres y las disidencias sexuales. Ella sabe que su aval a la “batalla cultural” de les Milei la deja una vez más en ridículo. Pero no le importa.

Podríamos decir, en todo caso, que lo raro es que “Pato” aún no haya sido condenada por algunos de los muchos crímenes en los que tuvo participación directa y decisiva. Pero no podemos decirlo, porque más que raro eso es lo lógico. Todo gobierno que defienda al capitalismo necesita de eficientes “garrotes” para ser usados cuando la clase trabajadora y los sectores populares reclamen lo que les pertenece, empezando por sus derechos elementales.

Y el Poder Judicial sabe que hay razones de Estado (capitalista) de sobra para incumplir la ley, encubriendo a los responsables de esos crímenes si hace falta.

Pero una cosa es la institucionalidad burguesa y otra la vida de las mayorías trabajadoras. Esas mayorías que, pese a tanta precariedad, pobreza y discursos reaccionarios, no quiere resignarse a sobrevivir eternamente mientras unos pocos se llevan todo. Mayorías que, si un día fueran convocadas a luchar en las calles hasta derrotar los ajustes y las políticas de la ultraderecha, difícilmente puedan ser sometidas por los circunstanciales garrotes.

Y acá bien vale preguntarse: ¿será que quienes no convocan a esas mayorías, particularmente las dirigencias sindicales, sociales y políticas, consideran rentable agitar el cuco de Bullrich para autojustificar su política desmovilizadora? Mientras pensamos la respuesta, vale recordar un hecho ineludible: hasta ayer nomás Sergio Berni, con quien “Pato” muchas veces intercambió elogios , coincidencias y sonrisas, fue el “garrote” del mismo peronismo que se autodenominaba defensor de los derechos humanos. Misceláneas de una Argentina donde el oportunismo indolente siembra incoherencia perpetua.

Sergio Berni y Patricia Bullrich juntos en 2021 | Foto Noticias/Perfil

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