Por Pedro Ponce de León.
En los últimos días, un video viral ha propuesto la implementación de un impuesto del 1% sobre el patrimonio del 1% más rico de Uruguay, con la promesa de utilizar los fondos recaudados para iniciativas sociales significativas. Sin embargo, esta propuesta simplemente demuestra una ignorancia total en materia económica de parte de quienes lo propusieron, ya que basan sus ideas en el resentimiento.
La imposición de impuestos más altos sobre los ingresos elevados puede desincentivar el trabajo extra, la inversión y el emprendimiento. Si los individuos perciben que una gran parte de sus ingresos adicionales se destinará a impuestos, esto podría llevarlos a reducir su esfuerzo laboral, invertir menos en sus negocios o incluso a emigrar a jurisdicciones con impuestos más bajos. Esto podría resultar en una menor creación de riqueza y oportunidades de empleo, lo que, a largo plazo, no ayuda a reducir la desigualdad.
Personas y empresas con mayores recursos tienen más capacidad para encontrar mecanismos legales o ilegales para eludir o evadir impuestos. Al aumentar los impuestos, se puede incentivar aún más estos comportamientos, lo que podría no aumentar la recaudación tributaria en la proporción esperada. Si la recaudación no aumenta significativamente, la capacidad del estado para redistribuir la riqueza y combatir la desigualdad se ve limitada.
| Redacción
Los impuestos altos pueden hacer que las inversiones sean menos atractivas, reduciendo así el capital disponible para nuevas empresas, innovación y expansión de negocios existentes. Este menor crecimiento económico podría afectar negativamente a toda la sociedad, incluyendo a los menos pudientes, ya que menos inversión puede significar menos empleos y oportunidades de ascenso económico, manteniendo o incluso exacerbando la desigualdad.
No basta con recaudar más; es crucial cómo se utiliza ese dinero. Si el gasto público no es eficiente, si se desperdicia en burocracia o no se destina a programas que realmente mejoren la movilidad social o la educación, entonces los impuestos adicionales no traducirán en menor desigualdad. La redistribución depende tanto de la recaudación como de la gestión efectiva de los recursos.
Un aumento de impuestos puede tener un efecto de desplazamiento en la economía. Los ricos podrían gastar menos en bienes y servicios, lo que podría impactar negativamente en sectores que dependen de su consumo. Además, si los impuestos se ven como una penalización al éxito, podrían desalentar la aspiración a la riqueza, lo cual afecta la dinámica económica y social que permite a las personas ascender económicamente.
Repasamos caso por caso puntual porque estas medidas no funcionan y están destinadas al fracaso.
La evidencia empírica sugiere y respalda a la teoría:
El caso de Francia.
En 2012, Francia implementó un impuesto del 75% sobre los ingresos superiores a 1 millón de euros. Este impuesto, lejos de reducir la desigualdad, llevó a un éxodo de multimillonarios y profesionales de alto rendimiento, como el director de cine Luc Besson, que se mudó a Bélgica. Según un estudio del Instituto de Investigación Económica y Social de París, esta medida no solo no aumentó significativamente los ingresos fiscales sino que podría haber reducido el crecimiento económico, impactando negativamente en la distribución de la riqueza a largo plazo.
Estudios como el de Pierre Cahuc y André Zylberberg en «The Natural Experiment of the French 75% Tax Rate» muestran que la recaudación fiscal no aumentó proporcionalmente a la tasa impositiva debido a la evasión y elusión fiscal.
Impacto de aumentos de impuestos en la Inversión y Empleo.
En la década de 1970 y principios de los 80, Suecia tenía altos impuestos marginales que llegaron hasta el 85%. Esto desincentivó la inversión y el emprendimiento, provocando una fuga de capital y talento. La consecuencia fue una disminución en la creación de empleos y una eficiencia económica reducida, lo cual no ayudó a mitigar la desigualdad sino que, en algunos casos, la exacerbó.
La reforma fiscal de 1990-1991 en Suecia, que redujo significativamente las tasas impositivas, mostró una recuperación en la inversión privada y el crecimiento del empleo, lo que sugiere que las tasas impositivas extremas podrían tener efectos contraproducentes sobre la desigualdad a largo plazo.
Caso de Venezuela:
A pesar de tener uno de los sistemas impositivos más progresivos y altas tasas de impuestos sobre la renta y las empresas, la corrupción y la mala gestión de los recursos han llevado a una mayor desigualdad. La riqueza petrolera no se redistribuyó de manera efectiva, mostrando que el aumento de los impuestos no garantiza una reducción de la desigualdad si no se gestionan bien los recursos.
Los índices de Gini, una medida común de la desigualdad, han mostrado un aumento en Venezuela a pesar de las políticas fiscales progresivas, indicando que la recaudación fiscal no necesariamente se traduce en menor desigualdad si no hay transparencia y eficiencia en su uso.
Efectos sobre la Innovación y Emprendimiento
EE.UU. post-Reagan
Las reducciones de impuestos de la década de 1980 bajo la presidencia de Reagan se correlacionaron con un aumento en la innovación y el emprendimiento. Aunque controversial, algunos economistas argumentan que la menor presión fiscal permitió una mayor inversión en negocios, lo cual, a su vez, creó más oportunidades de empleo y movilidad social.
Estudios como el de Robert Carroll y otros en «Income Taxes and Entrepreneurs’ Use of Labor» sugieren que los impuestos altos pueden desincentivar la creación de empleo y la inversión en capital humano, potencialmente aumentando la desigualdad si se considera la capacidad de movilidad económica.