Hace un año, Argentina enfrentaba un panorama económico incierto, con signos de alerta que superaban a las certezas. Hoy, con la perspectiva de un 2025 de recuperación y crecimiento, el desafío es claro: transformar una macroeconomía estabilizada en una microeconomía dinámica, competitiva y sostenible y en los negocios, pasar de una estrategia defensiva a una expansiva, enfocada en el crecimiento competitivo y la eficiencia productiva.
La estabilización fiscal y monetaria, junto con los cambios geoeconómicos globales abre un abanico de oportunidades. Sectores estratégicos como el agro, la energía y la minería se encuentran en posición de potenciar sus exportaciones. La demanda global de commodities sigue alta, favoreciendo a Vaca Muerta y al complejo agroindustrial. Pero el beneficio no es exclusivo de las grandes industrias, existe un ecosistema de PYMES que puede integrarse en estas cadenas de valor, generando empleo y fortaleciendo la industria nacional.
Para aprovechar este contexto, la inversión deberá ser el motor del cambio. Es necesario destinar recursos a la modernización tecnológica, la incorporación de procesos automatizados y la adopción de prácticas sostenibles. En paralelo, el desarrollo del capital humano será fundamental. La recuperación económica demandará profesionales capacitados para operar en entornos tecnológicos avanzados. Serán claves los programas de formación y retención de talento, promoviendo habilidades técnicas y de gestión. La creación de empleos de calidad no solo es una responsabilidad social, sino también una estrategia de negocio para sostener el crecimiento a largo plazo.
Además, es esencial fortalecer los ecosistemas productivos. Las pequeñas y medianas empresas, muchas veces relegadas, tienen un papel crucial en este nuevo escenario. En los mercados internacionales, se valora la capacidad de innovar y adaptarse rápidamente a las necesidades específicas. Las PYMES, integradas en cadenas de valor globales, pueden ser proveedoras de componentes, servicios especializados y soluciones tecnológicas. La clave está en el acceso a financiamiento, la transferencia tecnológica y los cambios estructurales que mejoren su competitividad y baje la presión.
Un desafío adicional es la mejora de la productividad en los sectores no transables, como el comercio, la construcción y los servicios que, por estar menos expuestos a la competencia internacional, son más exigidos para optimizar su eficiencia operativa. La digitalización, automatización y mejores prácticas de gestión tienen que ser parte de la agenda de cambio.
El 2025 será, un año de definición. La estabilización económica sentó las bases para que Argentina aproveche un entorno global que busca nuevos líderes en sectores estratégicos. La clave está en pensar no solo en términos de recuperación interna, sino también de proyección externa y ahí serán importantes los tratados que abran puertas a mercados de alta demanda e ingresos. Por lo tanto, ya no se tratará únicamente de gestionar riesgos financieros; el nuevo desafío es construir una estrategia que combine producción eficiente, inversión sostenida y sostenibilidad.
Las empresas deben ser el motor de un nuevo ciclo de expansión, donde el crecimiento se traduzca en más empleo, más innovación y una economía más competitiva y sostenible.
Sobre la firma
Natacha Izquierdo
Es economista especializada en sectores que pertenece a la consultora Abeceb.
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