De Villanueva salió el viejo campeón. Ahora, bicampeón, porque a la celebración de este sábado en la cancha 2 de Palermo, El Siasgo suma el triunfo de la temporada anterior en el mismo escenario y ante el mismo rival. Salió de Villanueva, una localidad del partido de General Paz, provincia de Buenos Aires, para instalarse en la cumbre del pato. En una electrizante arremetida final, que rompió una hora y media de paridad extrema y tensa, se impuso por 15-13 a San Patricio en la final del Campeonato Abierto Argentino.
Cuentan quienes estudian con rigor la historia que el pueblo del equipo campeón debe su nombre al doctor José Antonio Villanueva, el primer poseedor de tierras al sur del río Salado, por el año 1796. Unos parajes entonces conocidos como “Las Barrancas”. Don José Antonio se dedicó a la ganadería y entabló una buena relación con los aborígenes. Elegante, tal vez de jipi japa, pañuelo y poncho blanco de lino, mostró su afán colonizador y les ofreció construirles ranchos, entregarles bueyes y arados y enseñarles a cultivar la tierra, a cambio de conseguir sus alimentos. Más de dos siglos después, Villanueva sigue colonizando, ahora el pato. Y eso que se trata de un pequeño lugar, que tiene una población estimada en 600 habitantes.
Que dieron la impresión de estar todos en Palermo, con bombos y redoblantes, alentando a los héroes: Federico Ferrari, de 8 goles de ventaja y primo hermano de Gonzalo Ferrari, polista de la organización de polo La Dolfina; Martín Lemme, de 9; Facundo Novoa, de 7, y Justo Bermúdez, uno de los dos jugadores de 10 tantos de ventaja. El mejor de todos en la actualidad, ganador hace pocas horas del premio Olimpia de Plata y, además, goleador de esta inolvidable final. El otro 10 es Nicolás Taberna, imposibilitado de jugar por una sanción, que probablemente le cueste bajar a 9.
Para la gente del pato, la definición del Abierto es el máximo acontecimiento del año, y hacerla en la cancha 2 de Palermo es una fiesta completa. Todo el año se juega en Campo de Mayo, y saltar a este escenario es un honor y, a la vez, un privilegio. El partidazo jugado este sábado fue un regalo extra.
Hinchas de El Siasgo y de San Patricio vivieron el duelo con los nervios de punta, con la piel erizada por la emoción y el corazón a puro galope, como esos caballos que iban y venían de un aro al otro, como esa tordilla montada por Facundo Taberna, por ejemplo, un préstamo del polista Bartolomé Castagnola (h.) que tuvo sus chukkers en la Copa de Oro de Inglaterra. Y al cierre explotaron de emoción por el dramático vuelco hacia El Siasgo, mediante en una ráfaga implacable.
Fueron unos minutos de un pato de alto vuelo. Porque el partido venía medio gallareta, muy cortado, discutido, poblado de errores en los pases y fallas al recoger la pelota con manijas. De ansioso, Taberna erró un penal de cinco metros, de los que acierta de a decenas y con los ojos cerrados. Eso envalentonó a El Siasgo. Y combinando con precisión y a buena velocidad, tocando los cuatro integrantes el pato, el conjunto rojinegro logró cuatro goles seguidos que definieron el asunto en el capítulo final: Bermúdez marcó dos al hilo (el segundo, de penal), Ferrari mandó al fondo de la red el elemento tras recibir de Bermúdez y Novoa definió luego de un pase genial de Lemme. Quince a doce con treinta segundos por delante. Tiempo que alcanzó apenas para que Taberna redujera la diferencia a dos goles.
El pato es arraigo, naturaleza criolla, bien argentino. Es pasión por el caballo, destreza en la equitación, coraje para barrer el suelo y apoderarse de la pelota con asas. Un deporte bien de campo, por gente de campo. Y el festejo es a lo grande. Siempre. Emociona, cala los huesos. Los abrazos fuertes de Lemme y algunos amigos, los de Novoa con familiares. Los cantos de Ferrari. La alegría desenfrenada de Bermúdez, que se sacó la camiseta para revolearla por encima de la cabeza y sumarse al baile de Novoa y amigos y parientes.
Por unos minutos, Bermúdez, el armador, el hombre que se hace cargo de las acciones en los momentos álgidos, dejó los bailes, los cantos, los abrazos, y destacó: “El partido salió como pensábamos. Hubo mucho nervio, y por eso perdimos muchos patos. Y San Patricio es un equipazo. De esta manera, ganando el Abierto Argentino, cierro un año soñado. Y quiero agradecer a mi familia por el apoyo, y a todos los que nos alentaron. Esto es una alegría increíble y hay que seguir dándole para adelante”. Lemme, que no se luce tanto como Justo pero es igual de importante en el funcionamiento del equipo, comentó: “El partido fue muy parejo. Recién en el último tiempo conseguimos definirlo, pero estaba bravo. Se nos dio a nosotros. Esto es un regalo de la vida, jugar acá… Yo sentí un pinchazo en la semifinal y hoy, en el quinto tiempo, no podía más, pero ni loco me bajaba”.
El Siasgo ganó por novena vez el Abierto Argentino, tras las conquistas de 1959, 1960, 1962, 1969, 1971, 1972, 2008 y 2023; San Patricio se quedó en siete coronas, las de 1989, 1991, 1992, 1994, 1995, 2021 y 2022.
San Patricio cayó peleando, jugando. Facundo Taberna regó la cancha con su clase, Juan José Tete Storni (polista, también), aportó muchos goles, Tomás Healy es muy claro y Adolfo Herrero es incisivo. Un gran equipo, que presentó tres tantos menos de ventaja (31 contra 34) pero que peleó y jugó de igual a igual. Y sin embargo, no pudo con el viejo-nuevo campeón de Villanueva.
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