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Un libro rescata la figura del «Mago del ciclismo», Julio San Emeterio

Javier G. Paradelo

Torrelavega (Cantabria), 1 nov (EFE).- La trayectoria deportiva del cántabro Julio San Emeterio es casi desconocida, pero un libro rescata a quien fue uno de los «mayores talentos» de la historia del ciclismo y «pieza clave» para que un español lograse en 1959 el primer Tour de Francia.

Su trabajo de apoyo y de ‘pepito grillo’, en lo deportivo y en la anímico, permitió que Federico Martín Bahamontes no se retirase de aquella carrera y pudiese alcanzar las mieles de la victoria en la meta de París de ese año, una fructífera unión que perduró mucho tiempo más.

Apodado «El Mago del ciclismo» fue profesional entre 1954 y 1965, siempre en tareas de gregario de lujo, y su mayor éxito deportivo lo obtuvo en 1959 al lograr una victoria de etapa en la Vuelta a España, mientras que como director de equipo hizo también historia en el ciclismo nacional durante muchos años.

El libro «Julio San Emeterio. El Mago del ciclismo», escrito por Juan Osés y con prólogo del tricampeón mundial de ciclismo en ruta, Óscar Freire, es el resultado de nueve años de intenso trabajo auspiciado por sus hijas, Ramona y Gema, y por la legión de aficionados a la bicicleta de la comarca del Besaya.

En una entrevista con EFE, Osés explica que Julio San Emeterio (Torrelavega (Cantabria), 1930–San Felices de Buelna (Cantabria), 2010) ha sido muy poco estudiado por los historiadores del ciclismo, que en la mayoría de los casos se han quedado en la superficie de su faceta de auxiliar de Bahamontes.

También destaca su actuación en la Vuelta a España de 1959 pese a quedarse sólo al frente de su equipo -el resto de integrantes se fueron retirando etapa a etapa-, pese a lo que demostró sus excelentes cualidades para las carreras por etapa o para las subidas clásicas como las de Arrate (Guipúzcoa) o Reinosa (Cantabria).

Incluso resalta su generosidad y lealtad hacia el líder del equipo del momento, cuando él mismo podría haberlo sido y ganar muchas carreras, ya que la versatilidad de San Emeterio le hubiese permitido llegar a meta por delante de los grandes en esta etapa de oro del ciclismo español.

Juan Osés detalla que el libro cuenta «mucho de lo que hay que contar» de San Emeterio para «dejar en su sitio» a un ciclismo que fue «muy grande» a pesar de los desconocido que es en la actualidad.

Para Osés, la figura de San Emeterio es tan grande que ha dejando impronta en generaciones posteriores de ciclistas.

Considera que entre los actuales campeones «tendría un lugar muy destacado» por su exigente forma de ser, tanto sobre la bicicleta como en su posterior faceta de director deportivo.

Por ello, señala que San Emeterio fue un ciclista ejemplar que hoy podría ganarse la vida perfectamente en este deporte gracias a sus cualidades.

Las hijas de Julio San Emeterio destacan de su padre que paseó el nombre de Torrelavega allá donde le llevó la bicicleta, tanto en su unión con Bahamontes como con su amistad con uno de los mejores corredores de aquella época, el italiano Fausto Coppi.

Además de su faceta deportiva personal, Ramona y Gema San Emeterio resaltan su cercanía y su visión como director deportivo en el Teka al frente de otros ciclistas más jóvenes, convirtiéndose en una figura muy querida por todos los corredores.

Ramona, que tenía dos años cuando San Emeterio llegó del Tour del 1959, recuerda el acontecimiento histórico que supuso aquella victoria de Bahamontes en el Tour y el recibimiento que tuvo su padre al volver a Torrelavega, donde llegó con una maleta cargada de recuerdos para sus familiares.

«La bicicleta siempre formó parte de mi familia», explica, a la vez que destaca del libro el perfil que dibuja de su padre en lo personal y en lo deportivo con anécdotas que constatan cómo muchas veces estuvo a la sombra de Bahamontes o de José Pérez Francés, a pesar de contar con cualidades para haber sido él una gran figura.

Ramona San Emeterio recuerda el papel de su padre en el Giro de 1962 en el equipo Ferrys junto a Pérez Francés, en una etapa en la que se retiraron 62 corredores, y que no se logró para España porque San Emeterio pinchó en una de las subidas.

Gema recuerda de su padre anécdotas de la etapa de director deportivo, en aquellos míticos años que Torrelavega acogía finales de etapa en el velódromo de Sniace, y también su seriedad en la gestión del equipo, a la vez que su carácter de maestro de las nuevas generaciones.

A su juicio, su padre «amaba profundamente el ciclismo», y durante su carrera deportiva lo dio todo por este deporte. EFE

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