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Uruguay puede peder la confianza del mercado segĂșn el resultado de un plebiscito clave

A primera vista, parecen los dos países mås diferentes en la región: mientras en Argentina se festejó ruidosamente el haber quebrado la barrera de los 1.000 puntos del índice de riesgo país y se habla de conseguir una calificación crediticia «investment grade» como de una utopía, en Uruguay hace tiempo que ese índice cayó debajo de los 100 puntos, y los bancos se pelean por prestarle dólares.

Hace poco mĂĄs de un mes, el gobierno uruguayo colocĂł un bono por u$s1.298 millones, para el cual tuvo una demanda tres veces y media mĂĄs grande que el monto solicitado. El vencimiento es en 2060 y el spread pagado sobre la tasa de los bonos del Tesoro estadounidense fue el mĂĄs bajo de la historia del paĂ­s.

Semejante contraste hace que sea difĂ­cil imaginarse que, en la campaña electoral, uno de los temas de mayor preocupaciĂłn sea una sĂșbita pĂ©rdida de la confianza del mercado financiero. Y, menos aĂșn, que esa inquietud estĂ© asociada a una «influencia kirchnerista» sobre la polĂ­tica uruguaya.

Sin embargo, esa es la situaciĂłn, porque junto con la votaciĂłn de candidatos presidenciales que se realizarĂĄ el domingo, habrĂĄ un plebiscito para reestatizar el sistema jubilatorio, que actualmente es de capitalizaciĂłn individual con administradoras privadas, similares a las AFJP que rigieron en Argentina hasta 2008, cuando Cristina Kirchner propuso al Congreso la vuelta al sistema pĂșblico de reparto.

Elecciones y plebiscito por el sistema jubilatorio en Uruguay

La carrera presidencial de este domingo en Uruguay difícilmente deje a un candidato con la mitad mås uno de los votos que se requiere para ganar en primera vuelta, de manera que hay una expectativa generalizada de que se deberå esperar al balotaje de noviembre para conocer al presidente que suceda, por un período de cinco años, a Luis Lacalle Pou.

En cambio, el plebiscito sobre el sistema jubilatorio se definirĂĄ este mismo domingo. Y hay una situaciĂłn llamativa: por mĂĄs que la gran mayorĂ­a de los candidatos se manifestaron en contra de la reforma -incluyendo al izquierdista YamandĂș Orsi, del Frente Amplio, que lidera las encuestas-, se mantienen ciertas probabilidades de que la reforma triunfe.

Las encuestas marcan todavĂ­a un amplio 14% de indecisos, que si se suman al 38% que ya avisĂł que votarĂĄ favorablemente, podrĂ­an determinar un cambio drĂĄstico en la economĂ­a uruguaya. SupondrĂ­a, para empezar, que una masa de u$s24.000 millones -equivalente a un 30% del PBI del paĂ­s- pasarĂ­a de la gestiĂłn privada a ser administrada por el Estado.

El peso del sistema jubilatorio en Uruguay

Con una de las tasas de natalidad mås bajas de la región -al punto de que la población se mantiene estancada desde hace mås de tres décadas en torno de 3,5 millones de habitantes-, Uruguay tiene una piråmide poblacional envejecida, similar al de naciones europeas.

Si se suman jubilaciones y pensiones, son unos 800.000 beneficiarios del sistema de seguridad social. Es decir, un 22% de la poblaciĂłn. En comparaciĂłn, Argentina tiene un 18% de pasivos.

HistĂłricamente, uno de los mayores dolores de cabeza para los polĂ­ticos uruguayos fue resolver el «problema» de la caja estatal de jubilaciones, que significaba el principal factor del gasto pĂșblico y del dĂ©ficit fiscal.

Una primera reforma se implementó en 1996, cuando se crearon las AFAP (Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional), que igual que las AFJP argentinas, tomaban el modelo que había inaugurado Chile en los años 80. El sistema, sin embargo, era diferente del argentino, porque implicaba un funcionamiento mixto, en el que hasta determinado monto de la jubilación se seguía cobrando del Estado, y por encima de ese nivel había un plus pagado por las AFAP.

Pero claro, el hecho de que se adoptara el sistema de capitalizaciĂłn individual con administraciĂłn privada no resolviĂł otros problemas estructurales, derivados de la situaciĂłn demogrĂĄfica y de la informalidad laboral. Las AFAP debieron fusionarse para sostener su funcionamiento y el peso del sistema sobre la economĂ­a siguiĂł siendo alto.

Fue así que, ya con Lacalle Pou como presidente, se impulsó una nueva reforma, que aumentó la edad jubilatoria en un régimen progresivo. Así, para quienes hoy tienen 47 años, ya regirå la nueva edad de retiro a los 65 años. Ademås, la reforma permite que los jubilados puedan, simultåneamente, seguir trabajando para complementar su ingreso.

Esa reforma fue aprobada por ley, sin los votos de la oposiciĂłn izquierdista. Aun asĂ­, los principales dirigentes del Frente Amplio, incluyendo al candidato YamandĂș Orsi y a su padrino polĂ­tico, el expresidente JosĂ© Mujica, se oponen al plebiscito. Con la asesorĂ­a de sus economistas, advirtieron que la propuesta que se vota este domingo tiene el potencial de generar «un caos».

La avanzada sindical

ÂżCĂłmo es, entonces, que con tan poco apoyo polĂ­tico el tema haya ocupado el centro de la agenda polĂ­tica? Para empezar, Uruguay tiene una larga tradiciĂłn de plebiscitos y referĂ©ndums, un tipo de democracia directa en el que cualquier sector puede impulsar propuestas mediante la presentaciĂłn de un determinado nĂșmero de firmas.

En este caso, la central sindical PIT-CNT fue la impulsora de la contra-reforma. El movimiento empezĂł, ni bien el parlamento uruguayo votĂł la ley, y no solamente se propuso dejar sin efecto las modificaciones al sistema, sino directamente abolir las AFAP y volver al viejo sistema estatal de reparto, sin participaciĂłn alguna de administradoras privadas. Alega que el sistema ha agudizado la desigualdad social y que sin la intermediaciĂłn de las AFAP se gestionarĂ­a con mayor eficiencia los recursos de la seguridad social, gracias al ahorro en comisiones financieras.

El PIT-CNT tiene una fuerte influencia dentro del Frente Amplio, al punto que Fernando Pereira, el actual presidente del partido, fue anteriormente titular de la central sindical. Los analistas polĂ­ticos afirman que los sindicatos tienen en la coaliciĂłn de izquierda una influencia que va mĂĄs allĂĄ de lo electoral y que cuentan con una capacidad de presiĂłn suficiente como para imponer su agenda polĂ­tica.

Es por ese motivo que Orsi, aunque avisó que no votarå el plebiscito, dejó «en libertad de acción» a la militancia. Una forma de evitar el conflicto directo con el aparato sindical.

Ademås, hay sectores de la izquierda que se han mostrado mås ambiguos. Así, la ex intendente de Montevideo, Carolina Cosse, ahora candidata a vicepresidente, había firmado para que se realizara el referéndum. Sus críticos suelen «acusarla» de aplicar a la política uruguaya pråcticas propias del kirchnerismo, en el sentido de que no demuestra un alto grado de respeto por la institucionalidad.

El riesgo de perder la confianza del mercado financiero internacional

En la vereda de enfrente, hay dirigentes polĂ­ticos que ven en esta situaciĂłn un riesgo de que Uruguay se vea tentado de subirse a la corriente de gobiernos populistas de la regiĂłn y poner en riesgo su reputaciĂłn en el mercado financiero internacional al afectar derechos de propiedad.

Uno de los mĂĄs explĂ­citos al respecto fue el dos veces presidente Julio MarĂ­a Sanguinetti, que suele ser frecuentemente convocado para conferencias y entrevistas en Argentina.

«Que acå hagamos lo que hizo el kirchnerismo en 2008 es funesto. Para la dimensión económica del Uruguay, si para cualquier país vale la credibilidad para nosotros vale el triple. El Uruguay vive de la confianza, vive de la estabilidad», dijo Sanguinetti en una entrevista concedida a Clarín.

También el presidente Lacalle Pou advirtió: «Si se aprueba el plebiscito crece exponencialmente esa posibilidad de no ser sostenible el sistema». Y dijo que los promotores de la reforma no explican cómo se financiarå el sistema jubilatorio «porque no lo pueden hacer».

Mientras tanto, en el ĂĄmbito empresarial, los directivos de firmas constructoras advirtieron que hay riesgo de un desplome de la actividad, dado que parte del dinero que administran las AFAPs se invierte en proyectos de vivienda e infraestructura vial.

En caso de que se imponga la reforma impulsada por los sindicatos, no solo se estatizaría el sistema, sino que, ademås, la jubilación mínima se igualaría con el salario mínimo. Desde el gobierno, estiman que la financiación de la reforma costaría mås de u$s1.000 millones al año y adelantan que resultaría inevitable la suba de impuestos.

Pero, sobre todo, la principal advertencia es sobre la pérdida de confianza de Uruguay en el mercado internacional. Adelantan que podría haber juicios por ruptura de contratos y que el país correría un serio riesgo de perder su actual condición de «investment grade».

En definitiva, cuando los polĂ­ticos uruguayos que se oponen al plebiscito jubilatorio quieren ilustrar su argumento con un ejemplo concreto, tienen a mano un recurso ya clĂĄsico: muestran el estado de las cosas en la vecina Argentina.

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