Una lluvia no hace verano, reza el viejo refrán, y es una premisa que está más vigente que nunca para quienes hacen números sobre los dólares que podrán entrar a la economía el año próximo. A pesar del alivio que trajeron al campo las lluvias de los últimos días, cuando los productores ya se estaban poniendo nerviosos por un eventual retraso en la siembra de soja para la campaña 24/25, hay problemas de fondo que siguen preocupando.
En cuanto al volumen de cosecha -donde el principal factor es el climático- los meteorólogos advierten que no hay que entusiasmarse más de la cuenta. Primero, porque los suelos siguen con déficit de humedad, después de la histórica sequía de 2023, de la que no terminan de reponerse. Después de todo, la última precipitación importante había sido en abril pasado.
Y por más que este lluvioso octubre mejore el ánimo, hay advertencias en el sentido de que el verano volverá a traer escasas lluvias y, además, temperaturas extremas, como las que perjudicaron la última campaña y obligaron a corregir a la baja las previsiones.
El otro factor que incide sobre el volumen es el nivel de inversión, directamente ligado a la situación económica del país. En ese sentido, están jugando fuerzas contrapuestas: por un lado, la estabilidad cambiaria favorece la propensión a invertir, pero eso choca con la certeza de que las retenciones a la exportación seguirán firmes durante el año próximo.
Lo cierto es que en el campo se está muy lejos de respirarse un clima de euforia. Un reporte de la Fundación Mediterránea estima que, para el año próximo, el complejo agroexportador aportaría unos u$s31.600 millones, lo cual implicaría una caída de 1,5% respecto de este año.
Es algo que contrasta con el optimismo oficial que se trasluce en las proyecciones del presupuesto 2025, donde se prevé un incremento de 9% en las exportaciones y un holgado superávit comercial de u$s20.700 millones. Y quienes dudan del optimismo del gobierno miran no sólo el volumen de producción sino, sobre todo, las malas perspectivas de precios internacionales.
El precio de la soja, en caída: ¿entrarán menos dólares para Luis Caputo?
En las últimas semanas, se ha intensificado en Argentina el debate respecto de los precios agrícolas, en particular en el de la soja, el principal producto de exportación argentino. De hecho, ha sido un tema de discusión durante todo el año. En mayo, cuando se produjo una abrupta suba del precio de la soja, muchos se mofaron de los consultores que habían recomendado no esperar y vender cuanto antes.
Pero el tiempo les dio la razón a los pesimistas: aquella mejora fue ocasionada por la inundación en la zona sur de Brasil, una situación extraordinaria de breve duración, que provocó una suba pasajera en la cotización, dado que esa región brasileña es sojera por excelencia.
Sin embargo, ya en el segundo semestre se evidenciaron nuevamente las fuerzas bajistas del mercado. Así, desde los u$s458 que había alcanzado la tonelada de soja en Chicago en mayo, se entró en un tobogán que llevó a los actuales u$s366 por tonelada, un precio que hace recordar con nostalgia los u$s520 promedio del 2023, cuando la producción argentina estaba afectada por la sequía histórica.
Y, por más que haya quienes, haciendo un análisis técnico de mercado, se ilusionen con un rebote del precio para 2025, quienes están más por dentro del negocio ven nulas posibilidades de que eso ocurra. Su escepticismo se basa en una mezcla de motivos de mercado -hay una gran oferta y una demanda estancada- con situaciones geopolíticas -capitales que buscan refugio ante el temor de guerras comerciales-.
Todos los factores que juegan contra el precio de la soja
Entre los principales factores que incidirán en contra de los intereses comerciales de Argentina figuran los siguientes:
- En Estados Unidos se registró una campaña récord, con una estimación de 124 millones de toneladas. El país exporta la mayor parte de su producción, al punto que aporta el 27% del mercado global de soja. Y el solo hecho de que la producción haya sido mayor a la esperada ya pone un freno en los precios globales.
- La perspectiva de menores recortes a la tasa de interés por parte de la Reserva Federal (FED) hará que el dólar se aprecie más de lo previsto respecto del resto de las divisas, por el efecto de un mayor flujo de capitales yendo a los bonos del Tesoro. Y, como suele ocurrir, un dólar al alza coincide con materias primas a la baja.
- En Brasil, a pesar de los eventos climáticos extremos -primero grandes inundaciones en el sur, luego sequías en la zona centro- también se espera una gran campaña sojera. Los analistas explican que el país vecino ha expandido mucho su frontera agrícola hacia el norte, y eso lleva a que una zona pueda compensar los reveses climáticos de la otra. Argentina ya tuvo una comprobación de ello en 2023 cuando redujo su producción a la mitad por la severa sequía, pero Brasil incrementó su cosecha por haber recibido buenas lluvias en la zona central. Las autoridades brasileñas estiman que en la próxima campaña volverán a verse cifras récord, en torno de 166 millones de toneladas, lo que implica un incremento de 13% anual.
- Mientras la oferta se encamina a un récord, la demanda luce debilitada. La economía de China, el primer comprador mundial, no está creciendo con la suficiente pujanza como para hacer subir los precios. Y, para colmo, en los últimos tiempos generó un alto nivel de stock, por precauciones geopolíticas. Los números son contundentes: la relación entre el stock y el consumo nunca fue tan alta. Hoy, según cifras del departamento de agricultura estadounidense, se registra en el mundo un excedente de 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%. Hace 10 años, apenas sobrepasaba el 25%. Un pico fuerte se dio en el 2019, cuando hubo un porcentaje de excedente similar al que hay ahora. De este siglo, el mejor excedente se dio en 2009, con menos del 20%.
El gráfico de la bolsa de comercio de Córdoba muestra el aumento del stock mundial de soja
- Para colmo, la eventualidad de conflictos geopolíticos si se agravaran las tensiones en Medio Oriente jugarían en contra de los intereses argentinos. La explicación, según la experta Marianela de Emilio, radica en la suba del «índice de miedo», que lleva a los inversores a sacar su capital de los fondos de inversión agrícola y buscar alternativas de refugio, como el oro, que ha subido durante todo el año. Ese trasiego de capitales podría también inducir a bajas en los commodities agrícolas.
- Hay, finalmente, otros factores de los que suele hablarse poco en Argentina, pero que están cambiando la tendencia del negocio mundial. Por ejemplo, la adopción, por parte de Estados Unidos, del nuevo combustible SAF –sustainable aviation fuel–. Según Gonzalo Augusto, directivo de la Bolsa de Cereales de Córdoba, esta situación afecta a la exportación argentina de harina de soja, porque como el SAF usa el aceite de soja como insumo, eso lleva a que Estados Unidos deba industrializar mayor cantidad de harina de soja, con la cual «va a inundar el mercado de nuestro principal producto exportable».
El factor cambiario le permite a los productores cobrar más dólares
A pesar del amplio listado de coyunturas negativas, no todo es negativo en estos días para los productores. Hay un factor que está causando alegrías, y que de hecho se evidencia en los sostenidos niveles de liquidación de exportaciones, que le permiten al Banco Central seguir comprando divisas en una época del año en que suele vender.
Se trata del factor cambiario, más concretamente del achicamiento de la brecha entre el dólar paralelo y el tipo de cambio oficial. Cuanto mayor es esa brecha, menor es el incentivo para la exportación, porque una vez que los dólares oficiales se convierten a pesos y luego a dólar MEP, el productor se encuentra conque apenas pudo captar una porción muy pequeña del precio internacional.
En los momentos más críticos de esa brecha, a mediados de 2023, los productores apenas podían quedarse con un 30% del valor que se veía en las pantallas del mercado de Chicago. Eso era lo que motivaba que los silobolsas acumularan grandes cantidades de producto sin comercializar, y fue por ese tema que el ex ministro Sergio Masa ideara su esquema de incentivos. Con aquel tipo de cambio preferencial, los productores lograban ingresar un 50% del precio internacional de la soja.
Pero en este momento se superó aquel valor, lo que implica un estímulo para la venta: la soja «real» para el productor está tocando un 59% del precio internacional -el máximo posible es 67%, dado que las retenciones le sacan un 33% del valor-.
La cuenta es así: cuando a los u$s366 a que cotiza la soja se le restan las retenciones, quedan u$s245. El 80% de ese dinero se liquida al tipo de cambio oficial de $987, lo cual equivale a $193.625. El otro 20% se liquida en el mercado «contado con liquidación», que cotiza a $1.179, con lo cual se agregan $57.771. En total, la tonelada de soja exportada le deja al productor $251.396, que si a su vez se usan para comprar dólar MEP alcanzan para comprar u$s217.
En suma, en el bolsillo del productor sojero queda una cantidad de dólares equivalente al 59% del precio internacional, algo que hacía mucho tiempo no ocurría. Pero claro, nada indica que esa situación vaya a alargarse en el tiempo y a predisponer a que la soja siga saliendo de los silobolsas.
Primero, vendrá la probable eliminación del esquema «dólar blend», lo cual hará que el tipo de cambio de exportación se torne menos atractivo. Pero, sobre todo, porque como muestra la historia reciente, para que los productores vendan tienen que tener la certeza de que la estabilidad del dólar continuará. Es lo que Toto Caputo intenta demostrar en estos días, con sus gestiones para garantizarse la llegada de fondos frescos con los cuales afrontar el exigente calendario de pagos de 2025 y, además, cumplir su promesa de sostener el lento crawling peg.