El goteo es periódico, los hechos ya no son aislados: violencia, descontrol, antisemitismo. El fútbol argentino vuelve a ser caldo de cultivo de la degradación en la convivencia y de los fallos en los operativos de seguridad, cuando no de la complacencia de dirigentes, que reaccionan ante las consecuencias, pero no se anticipan a las causas ni atienden los indicios. Esperan que la mecha encendida avance hasta que la bomba les explota en las manos.
En el período de dos semanas, dos partidos quedaron inconclusos. Godoy Cruz-San Lorenzo fue suspendido a los 3 minutos del segundo tiempo por el recrudecimiento de los incidentes en la tribuna entre hinchas del Tomba y la policía. San Telmo-Aldosivi no llegó a comenzar por la explosión de una bomba de estruendo en las inmediaciones del vestuario del equipo marplatense. En Floresta, hinchas de All Boys exhibieron un ataúd con los colores de Atlanta y de Israel, junto a banderas de Palestina e Irán.
El espacio público está lleno de amenazas y conflictos, y el del fútbol le suma su especificidad. Las barras bravas siguen instaladas, nunca fueron neutralizadas. Hacen buena letra mientras no se interpongan en sus negociados y extorsionan cuando les tocan el botín, que es lo que ocurrió en Mendoza, con una interna feroz, entre integrantes que están presos y otros que siguen en la tribuna. La inacción policial, que había comenzado mucho antes, con el ataque a pedradas que sufrió el ómnibus que trasladaba a la delegación de San Lorenzo, completó el cuadro.
El Tribunal de Disciplina de la AFA intervino con un rigor que por infrecuente es bienvenido –el descuento de tres puntos y dos partidos a puertas cerradas-, ya que obligará a Godoy Cruz a extremar los recaudos y no desentenderse de una problemática que venía de arrastre, no fue por generación espontánea. Queda para el debate la sobreviviente doctrina “grondoneana” de que los puntos se ganan en la cancha, con el consecuente perjuicio para San Lorenzo, víctima por donde se lo mire: deberá volver a Mendoza para completar los 42 minutos, una complicación para los calendarios sobrecargados de los clubes.
La explosión que afectó auditivamente al director técnico Andrés Yllana mereció de parte de Aldosivi un agradecimiento a la AFA, al presidente de la divisional, a San Telmo y al Aprevide por la disposición para atender la emergencia. Llamativo que no haya habido una queja, una muestra de indignación, un lamento, una condena. Un comunicado demasiado aséptico ante la gravedad del caso. Quizá la razón haya que buscarla en la fuerte alianza que tiene el ascenso unido con Claudio Tapia y su mano derecha, el todopoderoso Pablo Toviggino. Lo más sensato sería articular medidas concretas para erradicar la violencia y no seguir barriendo la mugre debajo de la alfombra.