Palo y zanahoria: una de las fórmulas más viejas de la política. Así se puede sintetizar el mensaje político de Javier Milei en la apertura de las sesiones legislativas, en las que por un lado se mostro implacablemente convencido de su agenda reformista y su drástico ajuste fiscal, pero por otra parte ofreció una tregua luego de una escalada conflictiva.
El «Pacto de Mayo» fue la fórmula elegida para tratar de recuperarse de la derrota que sufrieron sus iniciativas frustradas por el Congreso o por los fallos judiciales. Y, al mismo tiempo, implica una promesa de coexistencia pacífica con sus rivales políticos.
El presidente apuntó, sobre todo, a la pelea por los recursos fiscales, que es lo que está en el centro de la tensión con los gobernadores provinciales. Por eso, después de la pelea con Chubut por el descuento en la coparticipación, de la supresión del fondo financiero para Buenos Aires, de las amenazas a Córdoba y Santa Fe y del default de La Rioja, Milei ofreció una fórmula de paz.
Su propuesta de un «paquete de alivio fiscal» y una reformulación de la coparticipación fue el mensaje que los gobernadores decodificaron como una oferta de paz. Y esa propuesta vino ligada a que el presidente, a su vez, obtenga algo importante a cambio: la aprobación de la mayoría de las reformas contenidas en la frustrada «ley ómnibus».
Más concretamente, el capítulo fiscal, que había sido el más cuestionado ni bien el proyecto empezó a tratarse en el Congreso. Lo cual implica que Milei aspira a que los gobernadores le den las herramientas como para poder sostener la recaudación impositiva, con la cual compensarlos por el recorte de las transferencias discrecionales, que en promedio significan un 9% de los ingresos de las provincias.
Y, particularmente, en las entrelíneas de la propuesta de Milei está el ofrecimiento, una vez más, de que se reinstaure el impuesto a las Ganancias para los asalariados de nivel alto, lo cual permitiría recuperar ingresos fiscales por medio punto del PBI para las provincias, y prácticamente dejaría un efecto neutro sobre el recorte de las transferencias discrecionales.
El discurso de Milei ofreció el espectáculo de un Congreso dividido entre una facción entusiasta y otra que escuchó con frialdad
La necesidad de un mayor ingreso fiscal
En definitiva, lo que el presidente hizo a lo largo de todo su discurso fue confirmar el diagnóstico sobre que el déficit fiscal es el origen de los problemas de la economía, y que por primera vez se estaba atacando la causa y no los síntomas.
Él mismo atribuyó a esa disciplina fiscal -y al fin de la emisión monetaria- la moderación en la inflación y la caída en la cotización del dólar paralelo.
Lo que implica que Milei entiende que, si el superávit fiscal logrado en enero quedara como una situación aislada y se volviera a ver un déficit, entonces la confianza del público se podría revertir rápidamente. Y ese riesgo existe, como quedó evidenciado por el hecho de que, pocas horas antes de dar su discurso ante la asamblea general, se confirmó que en febrero hubo un desplome de la recaudación tributaria.
La realidad es que los recortes de «motosierra» que los partidarios de Milei festejaron ruidosamente en el Congreso tienen un fuerte contenido simbólico pero una baja incidencia en términos de plata.
Y el gobierno necesita pesos, como lo demuestra el hecho de que la recaudación de febrero cayó un 5,8% respecto de la de enero, en términos nominales. Si se tiene en cuenta que la inflación del mes probablemente haya sido del 15%, eso implica una caída real del 18% para los recursos del Estado nacional.
Las provincias, con la caja exhausta
La clave del discurso, tras la repetición del crudo diagnóstico y las declaraciones de principios libertarios, fue esta negociación. Políticamente, implica una jugada astuta por varios motivos. El primero es que genera una fisura entre los gobernadores más propensos al diálogo y los que prefieren una oposición dura.
Esto quedó evidenciado ya por las expresiones que mostró la transmisión televisiva. Mientras el cordobés Martín Llaryora sonreía y asentía con la cabeza cuando el presidente hablaba sobre la convocatoria al diálogo nacional en «La Docta», el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, no abandonó el gesto adusto y cierta actitud de incomodidad.
Pero, sobre todo, la apuesta de Milei es a que su carta ganadora sea el «timing». Les está ofreciendo una salida fiscal a provincias que rápidamente vieron un deterioro en sus ingresos, y que constataron que el presidente hablaba en serio cuando amenazaba con una asfixia financiera.
El Congreso, en los preparativos previos al discurso: con cambios del protocolo Milei quiso potenciar el impacto político del discurso
Las provincias, sin contar con las transferencias discrecionales, entran en zona de déficit fiscal, salvo casos excepcionales como el de la Ciudad de Buenos Aires, que cuenta con alto porcentaje de ingresos propios.
Según un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), el monto enviado por el gobierno nacional a las provincias en el acumulado de enero y febrero -$4,5 billones- es»el menor monto real para el primer bimestre de los últimos nueve años».
Mientras tanto, en lo que resta del año los gobernadores deben hacer frente a vencimientos de deudas con la Nación por casi $400.000 millones, mientras que las que tienen emisiones de deuda dolarizada deberán pagar casi u$s1.800 millones. Y, para colmo, las agencias calificadoras de riesgo están revisando a la baja la capacidad de pago.
¿La hora de reinstaurar Ganancias?
Milei espera que en el «Pacto del 25 de Mayo» las provincias finalmente acepten eso que, hasta ahora, han rechazado de plano: dar su apoyo para que el gobierno cuente con mayores recursos fiscales. Sobre todo, con los más de $2 billones que ingresarían por el impuesto a las Ganancias.
Los gobernadores -sobre todo los peronistas- se negaron a dar esa aprobación por dos motivos políticos: el primero es que, el año pasado, habían dado su apoyo a la iniciativa de Sergio Massa para derogarlo, y ahora temen que su electorado se los reproche. Pero, sobre todo, porque apoyar un regreso de Ganancias supondría enfrentarse con la central sindical CGT, que ya dejó en claro, el día del paro general, que todo peronista que votara ese impuesto sería considerado un traidor.
Los gobernadores ofrecieron sucesivamente las soluciones de compensar la pérdida de Ganancias mediante la coparticipación del impuesto al Cheque, del impuesto PAIS y del impuesto a los combustibles.
Pero Milei se negó de plano. Primero, porque ceder en ese punto supondría un cese de ingreso para la caja de la AFIP, mientras los gobernadores no pagarían ningún costo político.
Pero, también, porque se trata de impuestos que el gobierno prevé derogar o aliviar en el mediano plazo y sabe que, una vez que se coparticipan, resulta muy difícil de remover.
Los gobernadores Llaryora, de Córdoba; Pullaro, de Santa Fe, y Frigerio, de Entre Ríos: Milei busca un acuerdo político para una tregua fiscal
El delito del presupuesto desfinanciado
Como estaba previsto, Milei hizo algunos gestos simbólicos para reafirmar su compromiso con el equilibrio fiscal. En particular, confirmó que enviará el proyecto de ley para que se tipifique como delito penal la emisión de dinero que financie un déficit.
El propio presidente había contado que se lo adelantó a Gita Gopinath, la subdirectora del Fondo Monetario Internacional, y que la funcionaria reaccionó con una expresión de asombro. No era para menos: hay pocos países en el mundo que no incurran en déficit. Y, sobre todo, en Argentina esa ley haría que no quedaran libres funcionarios de casi ninguna administración.
Pero Milei aclaró que no solamente se atará las manos al impedir que el Tesoro se financie con la asistencia del Banco Central. Sino que también hará a los diputados y senadores co-responsables del objetivo fiscalista: también tipificará penalmente a los legisladores que voten presupuestos sin financiación.
Fue una parte del discurso con muy pocos aplausos en las bancadas de legisladores. Resulta difícil pensar en que un proyecto de ese tipo pueda tener aprobación, para una clase política acostumbrada a modificar los presupuestos siempre con retoques al alza.