Javier Milei se tomó en serio su determinación por convertirse en un referente global de las ideas libertarias y ser reconocido como «el primer presidente anarco-capitalista del mundo»: en el epicentro del conservadurismo polÃtico mundial dio un discurso de perfil teórico ya no solamente para rebatir las ideas estatistas sino también las del liberalismo clásico.
Y, por supuesto, aprovechó la ocasión de tener una audiencia mundial para pasar su mensaje sobre su lucha contra «la casta» y relatar las dificultades que experimenta por la resistencia de quienes se resisten a perder sus beneficios.
La ocasión fue la Conferencia PolÃtica de Acción Conservadora, un evento que se realiza en Estados Unidos, organizado por la facción del partido Republicano que se identifica con Donald Trump, y que reúne a dirigentes conservadores.
Milei fue uno de los oradores estrella del evento y, como quedó evidenciado por las reacciones que generó su discurso ante el auditorio, tuvo un público con un alto porcentaje de ciudadanos latinos, que no necesitaban la traducción simultánea para aplaudir los pasajes más calientes del discurso.
Milei fue presentado por Eduardo Bolsonaro, el hijo del ex presidente brasileño. Y su discurso vino después del que dio el mismÃsimo Donald Trump, el protagonista de la jornada, que ya habla como si fuera no solamente el seguro candidato republicano sino el futuro presidente estadounidense.
Hasta último momento habÃa habido dudas respecto de si Milei se mostrarÃa junto a Trump: la especulación polÃtica era que el gobierno argentino no querÃa irritar a la administración Biden, sobre todo en un momento en el que Argentina está tratando de obtener un respaldo más que apenas retórico sino en dólares cash por parte del Fondo Monetario Internacional.
Milei y Trump se saludaron efusivamente en la Conferencia de Acción PolÃtica Conservadora
De hecho, el discurso de Milei en este foro conservador se produjo apenas un dÃa después de haber recibido en la Casa Rosada a Antony Blinken, el secretario de Estado de Biden, que le agradeció por su firme alineamiento en términos geopolÃticos.
Sin embargo, contrariando esas especulaciones, Milei se encontró con Trump, a quien saludó efusivamente y, delante de las cámaras, le deseó que se pudiera concretar su sueño de volver a la presidencia de Estados Unidos. No fue el momento de mayor tacto diplomático de Milei, pero al presidente no pareció importarle: se lo veÃa honrado por la elogiosa presentación que le dedicó Trump y eufórico por la reacción del público a su discurso. Y, sobre todo, necesitado de tener un fuerte respaldo de un peso-pesado de la polÃtica global, para compensar las dificultades del frente doméstico.
Trump le dio el gusto: Repitió varias veces la frase «Make Argentina Great Again» –»Hagamos a Argentina grande de nuevo»-, en una adaptación de su consigna de campaña electoral.
No tan en sintonÃa con Trump
Lo raro de la situación es que los discursos de Milei y de Trump no pueden haber sido más diferentes y hasta contradictorios.
Trump habló en tÃpico tono de campaña, no ahorró crÃticas ni ironÃas para sus oponentes -llegó al punto de imitar burlonamente a Biden, a quien trató de senil- y repasó toda su baterÃa de ataques hacia la prensa y los referentes de la cultura woke -es decir, el progresismo promotor de la agenda «polÃticamente correcta»-.
Y, sobre todo, no vaciló en prometer una acción decidida en materia de polÃtica exterior, a través del ejército estadounidense -que, según su visión, tiene ahora las manos atadas por los impedimentos polÃticos-. Esto no se limitó al accionar internacional sino también a la resolución de la crisis de la inmigración ilegal, para la cual prometió soluciones drásticas, básicamente consistentes es deportaciones masivas.
Esos fueron los pasajes mas festejados por el público, lo cual da la pauta de cuál es la agenda que marca la «grieta» polÃtica estadounidense.
En comparación, el discurso de Milei pareció más para un ámbito académico que para una tribuna de campaña electoral. Habló de la escuela austrÃaca, citó a economistas de los cuales la audiencia probablemente nunca haya oÃdo hablar, comparó modelos teóricos y argumentó por qué no existen las «fallas de mercado».
Tuvo sus momentos pensados para el aplauso, como cuando al inicio amagó con cantar nuevamente su versión del tema «Panic Show» de La Renga, o cuando hizo arengas para evitar el avance de las ideas keynesianas y el estatismo. Y, por supuesto, no faltó su marca registrada con el grito «¡Viva la libertad, carajo!».
Pero, en general, fue un discurso que no buscó convencer votantes sino ganar un debate académico con sus colegas. Por momentos, su exposición parecÃa no solamente hundirse en una dificultad conceptual que contrastaba con el tono festivo de la conferencia, sino que algunas afirmaciones hasta chocaban con la propia filosofÃa de Trump.
Trump ha dedicado elogios públicos a Milei, y adaptó su eslogan de campaña para afirmar «Make Argentina Great Again»
Después de todo, el lÃder del partido Republicano está muy lejos de ser un libertario: es proteccionista en lo económico, defiende un discurso de reindustrialización que se basa en limitar a las empresas estadounidenses la tercerización de la producción en Asia y no ha tenido empacho en meterse con «vacas sagradas» como la Reserva Federal para reclamar una baja de tasas de interés.
Fue un punto que, pocos dÃas antes, habÃa señalado Cristina Kirchner en su carta pública, en la que le advirtió que su discurso libertario estaba a contramano de las tendencias polÃticas en todo el mundo, empezando por la derecha en auge.
«Está en las antÃpodas de su pensamiento económico. Es nacionalista, absolutamente proteccionista y es su antÃtesis hasta en lo personal», planteó Cristina, al describir a Trump como el contra-ejemplo perfecto del libertarianismo de Milei.
Contra la economÃa clásica
El presidente hizo una encendida defensa de la desregulación total de la economÃa. Y el objeto de sus mayores ataques no fueron los populistas sino los economistas clásicos que, con su tendencia a intervenir para corregir lo que consideran «fallas en el mercado», terminan destruyendo pobreza y allanando el camino a las ideas estatistas.
En ese sentido, planteó una defensa de los monopolios que se generan por liderazgo tecnológico. Y consideró que cualquier intento, por parte de los gobiernos, en menguar su nivel de renta, traerÃa como consecuencia un daño social porque limitarÃa la tasa de inversión y, por ende, ralentizarÃa el crecimiento de la economÃa y los salarios.
También, en uno de los pasajes más claramente opuestos a la prédica de Trump, abogó por la libertad absoluta de comercio, ya no solamente por un beneficio económico sino también como una garantÃa de paz mundial. «Allà donde hay comercio no entran las balas», dijo Milei.
Y reiteró uno de sus argumentos preferidos: que la justicia social es una aberración, que es contradictoria, ineficiente económicamente y que es inmoral porque justifica la violación de la propiedad privada.
El discurso de Milei en EEUU tuvo referencias indirectas al conflicto con los gobernadores por los recursos fiscales
Referencias domésticas y guiños a Trump
Pero a pesar del contenido teórico de su discurso, Milei no desaprovechó la oportunidad para enviar señales a la polÃtica local. En plena guerra fiscal con los gobernadores provinciales, y apenas horas después de su intercambio de amenazas con el gobernador chubutense Ignacio Torres, se refirió a las fuerzas internas que se oponen al cambio.
Milei planteó que Argentina era el ejemplo perfecto de un paÃs que se arruina económica y socialmente por causa del exceso de intervencionismo. Repitió una de sus frases preferidas: «Argentina entró al siglo 20 como una de las naciones más ricas del mundo y sin embargo está hoy en el puesto 140 en el ranking mundial, con más del 50 por ciento de la población en la pobreza».
Dijo que, en lo que va de su mandato, se encontraron más de 380.000 regulaciones, que se intentaron derogar mediante el DNU y la ley ómnibus. Y atribuyó las resistencias contra esas iniciativas a la corrupción de «polÃticos ladrones», a medios de comunicación y profesionales que trabajan en la defensa de los privilegios de «la casta».
«Por lo tanto tomarán conciencia de la gran pelea que estamos dando», completó Milei, en lo que pareció una referencia indirecta a su conflicto con los gobernadores provinciales por los recursos fiscales.
«Pero no nos vamos a rendir en hacer a Argentina grande nuevamente», agregó, en un guiño al saludo que previamente la habÃa dedicado Trump.
Fue en ese momento, en el cierre del discurso, cuando abandonó el tono académico y se pareció más al Milei candidato de los discursos agresivos contra «la casta», y se permitió hacer también, en forma indirecta, campaña en favor de Trump.
«No avalen la regulación. No avalen la idea de los fallos de mercado. No permitan el avance de la agenda asesina. Y no se dejen llevar por los cantos de sirena de la justicia social. Vengo de un paÃs que compró esas ideas estúpidas y pasó de estar entre los más ricos del mundo a estar en el lugar 140. No entreguen su libertad, peleen por su libertad. Si no pelean por la libertad, los van a llevar a la miseria», arengó, bajo los vÃtores de la audiencia conservadora.