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¿Evolución o distopía?: todos los dilemas abiertos tras el lanzamiento de Apple Vision Pro

Por Lucas de Venezia*

Siempre a la vanguardia de la innovación tecnológica, Apple lanzó hace pocos días su más reciente creación, los lentes Vision Pro. Este novedoso dispositivo no es solo un desarrollo de tendencia en el dinámico ecosistema digital, sino que se propone redefinir completamente todas y cada una de las interacciones humanas.

Este invento llega para fusionar la realidad cotidiana con el mundo de realidad virtual inmersiva de una manera sorprendente e inimaginable, al punto de despertar un sinnúmero de dilemas y reflexiones.

Apple Vision Pro: ¿qué son y cómo funcionan?

El headset se vende a 3.500 dólares en los Estados Unidos. (Foto: Bloomberg)El headset se vende a 3.500 dólares en los Estados Unidos. (Foto: Bloomberg)

Los Apple Vision Pro emergen como una joya de la tecnología de realidad virtual, permitiendo a los usuarios interactuar con información digital superpuesta en el mundo real. Equipados con múltiples sensores de última generación y una interfaz intuitiva, estos dispositivos prometen transformar actividades cotidianas categóricamente, desde la educación y el mundo laboral hasta el entretenimiento y los vínculos interpersonales.

Al colocarse los lentes, el usuario se sumerge en una experiencia donde la información y las aplicaciones flotan ante sus ojos, mezclándose con el entorno físico.

Imagínense concurrir virtualmente a una reunión internacional donde los participantes están proyectados holográficamente en una sala de reunión, pero sentados en el living de sus casas. Asistir a clases o incluso presenciar espectáculos deportivos desde la primera fila son posibilidades al alcance. Todo un mundo nuevo de posibilidades.

Las implicancias jurídicas del avance de la realidad virtual y aumentada

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En la calle o el subterráneo, los usuarios compartieron su experiencia en redes sociales.

Desde una perspectiva jurídica, los Apple Vision Pro nos obligan a reconsiderar las leyes actuales sobre privacidad, propiedad intelectual y responsabilidad bioética. La realidad aumentada puede crear escenarios donde los límites entre lo real y lo virtual se difuminan, desafiando las nociones tradicionales de propiedad. Además, la regulación sobre la recopilación y uso de datos personales necesita adaptarse rápidamente para proteger los derechos individuales en esta nueva era virtual que se avecina.

La capacidad de estas gafas para capturar y procesar vastas cantidades de información personal plantea preguntas urgentes sobre la privacidad y la seguridad en línea. ¿Cómo se garantizará que la recopilación de datos no se convierta en una forma de vigilancia invasiva? Además, la dependencia de la tecnología para mediar nuestras interacciones podría erosionar nuestras habilidades sociales, cuestionando el precio de la conveniencia tecnológica.

Apple Vision Pro: dilemas bioéticos

El límite entre lo real y lo virtual se desdibuja con facilidad. (Foto: Bloomberg)El límite entre lo real y lo virtual se desdibuja con facilidad. (Foto: Bloomberg)

Este avance conlleva riesgos tangibles para la esencia misma de las interacciones y experiencias humanas. A futuro, el límite entre lo real y lo virtual podría desdibujarse con facilidad y con ello, algunos escenarios disruptivos lograrían florecer.

En primer lugar corresponde atender una eventual erosión del subjetivismo humano. En un mundo donde las experiencias pueden ser mejoradas o completamente fabricadas por la tecnología, el valor asignado a la autenticidad de las experiencias se ve amenazado. El subjetivismo humano, la idea de que la percepción y experiencias individuales definen la realidad, corre el riesgo de ser socavado por experiencias que, aunque resulten enriquecedoras, pueden carecer de genuinidad.

Seguido a esto corresponde puntualizar la inminente transformación de las interacciones. A medida que la comunicación cara a cara es complementada, o en algunos casos reemplazada por interacciones mediadas por realidad aumentada, surge la pregunta: ¿qué se pierde en el proceso? La riqueza de las interacciones humanas, que incluye no solo la comunicación verbal sino también un sinfín de sutilezas no verbales podría verse comprometida. Este cambio eventual plantea un conflicto y es el de deteriorar la empatía y la profundidad de los vínculos humanos, ya que la tecnología filtra y modifica la conexión con el otro.

Toda innovación suele tener su lado oscuro, y el de estos anteojos podría ser el aislamiento y la dependencia. Al adentrarse en mundos virtuales personalizados existe el peligro de un aislamiento creciente. Los usuarios pueden encontrar más atractivo interactuar con versiones idealizadas de la realidad o de otras personas, llevando a una preferencia de lo virtual sobre lo real. Esta dinámica podría fomentar una dependencia de la tecnología para la satisfacción emocional y social, debilitando la capacidad de formar y mantener vínculos significativos en el mundo físico.

Otro desafío que esta innovación trae aparejada se extiende hasta a la autonomía personal. A medida que los avances se vuelven más integrados en nuestras vidas, la capacidad de desconectarse se convierte en una preocupación. La constante conectividad y el flujo de información pueden ejercer una presión implacable sobre los individuos, limitando su capacidad para establecer límites saludables entre su vida personal y la tecnología.

Es esencial abordar además cómo esta invención podría interactuar con varias temáticas biomédicas, ampliando así la discusión sobre los dilemas éticos y jurídicos.

La constante exposición a tecnologías de realidad aumentada podría tener implicaciones significativas para la salud ocular y metabólica. El uso prolongado y la exposición a las pantallas pueden incrementar la fatiga visual, lo que podría exacerbar condiciones preexistentes como la maculopatía diabética, una complicación de la diabetes que afecta la visión. En suma, la presión intraocular podría verse afectada por el uso continuado de dispositivos colocados cerca de los ojos, potencialmente agravando condiciones como el glaucoma de ángulo estrecho, lo que lleva a un aumento del riesgo de pérdida de visión.

Este escenario, sin duda conocido por sus creadores plantea la cuestión de si los Apple Vision Pro y dispositivos similares están diseñados principalmente como herramientas para recolectar masivas cantidades de información personal, alimentando la insaciable carrera del big data, en lugar de enriquecer genuinamente la vida humana. Mientras la promesa de la computación cuántica ofrece un futuro de avances tecnológicos sin precedentes, la implementación de tal tecnología a través de dispositivos personales viene con desafíos no solo técnicos sino también éticos y de salud pública.

La preocupación de que estos dispositivos puedan servir más como un medio para recopilar datos en lugar de ser herramientas empoderante para los usuarios subraya la necesidad de un escrutinio cuidadoso y regulaciones específicas. Estas deben garantizar que la innovación tecnológica no solo avance a un ritmo vertiginoso sino que también se alinee con el bienestar físico y mental de los individuos, protegiendo así sus derechos y su salud.

Los Apple Vision Pro, con todo su potencial para enriquecer la manera de vivir y trabajar, también obligan a enfrentar preguntas difíciles sobre el futuro de nuestras interacciones y el tejido mismo de nuestra sociedad. A medida la humanidad avanza hacia este futuro tecnológicamente mejorado, es imperativo mantener un diálogo interdisciplinario sobre cómo modelar una sociedad que equilibre innovación y privacidad, tecnología y humanidad. Este diálogo debe incluir no solo a los creadores de tecnología sino también a los usuarios, legisladores y expertos en ética, trabajando juntos para garantizar que mientras abrazamos el futuro, no perdamos de vista lo que nos hace humanos.

La tarea que tenemos por delante es monumental, pero es también una oportunidad sin precedentes para redefinir el futuro de la tecnología y su interacción con el derecho y la sociedad. La pregunta es, ¿estaremos a la altura?

*Lucas de Venezia es abogado (UCA), Doctorando en Derecho (UNLZ), Especialista en Derecho e Inteligencia Artificial (Universidad de Salamanca) y docente universitario de grado (UCES y UNLZ) y posgrado (AMFJN). Miembro de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Derecho e Informática (FIADI). Líder del área de Derecho de la Sociedad Argentina de Inteligencia Artificial (SAIA).

SL

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