“Sin darme cuenta, terminé en Tigre, donde me crié y donde nacieron mis padres. Es como si hubiera salido a pasear por un rato, para luego regresar a mi lugar de siempre”, reflexiona Andrea Bones respecto de la localidad a la cual se mudó con su perro, Baco, después de varios años de vivir en San Isidro.
Y, más que orgullosa de la reforma que le hizo a esta pequeña casa de ladrillos que data de los años 90, agrega: “Mis amigos miraban la propiedad con desconfianza, pero yo identifiqué su potencial: era el sitio, y eso me importaba más que las condiciones del edificio. Tenía claro que quería una casa-taller abierta al verde, y eso fue exactamente lo que conseguí”.
«Decidí pintar el ladrillo de negro para darle un aspecto de modernidad a la casa y, sobre todo, para que la construcción desapareciera y el protagonista fuera el entorno, verde y frondoso»
Andrea “Tana” Bones, artista y dueña de casa
Con espacio suficiente para exhibir obras de arte y un cómodo sector de trabajo conectado al jardín, la joyera y escultora concentra el ocio y el oficio en una misma planta integrada, en la que abundan las ventanas y las paredes se reducen al mínimo.
Casa, taller, ¿y galería?
“Colgué más de 400 muestras en la Usina Cultural Sáenz Peña. Allí adquirí ojo y cintura para entender los espacios justos de exhibición, conocimiento que volqué en el diseño de mi casa”, cuenta la “Tana” (como la apodan sus allegados), recordando su paso fundamental por esa galería de arte pionera en Tigre. “Mi rol específico fue desarrollar el distrito de arte, y acercar el arte a la gente”.
En una sola línea de fuga se visualizan todos los ambientes de la planta baja. “Me gusta tener el control de la casa y, desde donde esté, poder ver el taller, el living o la cocina; es un aspecto arquitectónico que me da tranquilidad”
“Cuando diseñé el living sabía qué obras iba a poner en cada lugar y planeé las paredes justas y necesarias para exhibirlas, así como la iluminación adecuada para cada uno de esos espacios de muestra, que varía entre rieles y spots”
Andrea Bones se dedica al arte desde hace más de 20 años. Hace esculturas, pinta y realiza piezas de joyería contemporánea en plata. Actualmente trabaja en un proyecto de tejidos de ácido poliláctico junto a Carolina Weisz (“Bones & Weisz”), que presentaron recientemente en José Ignacio. Las artistas buscan “representar un lugar distópico entre el cielo y la tierra, amable y fuera de lo conocido”, según describe Bones. Han hecho, también, instalaciones en Distrito Arenales y en el Aqua Hotel de Miami, entre otros lugares.
“Mi taller no se basa en la estética, sino en la funcionalidad: hice estanterías abiertas para tener mis herramientas a mano y encontrarlas fácilmente y puse el banco de joyería frente a la ventana, para sentirme en contacto con la naturaleza mientras trabajo”
La cocina, abierta siempre de par en par
La cocina se abre por completo al jardín. “Me interesaba que ambos ambientes estuvieran conectados, pero que, a su vez, los separara un recorte visual claro: la mitad del terreno es negra y, la otra mitad, verde”
“El camastro del deck es, directamente, un somier: comodísimo para acostarse y tomar sol. Lo protejo de la lluvia con un nylon, y durará lo que tenga que durar
La pileta está climatizada y se revistió en piedra Bali natural para que se perdiera entre el verde y tomara un aspecto de estanque pequeño. “Por esto mismo no tiene el típico perímetro ancho y antideslizante”, aclara Andrea
“Para asegurar el descanso, en los dormitorios elegí colores tranquilos. Si bien continué con los marcos negros en las ventanas, las cortinas son claras, al igual que el techo y las paredes”
“Creo que los espacios chicos piden austeridad de información. Por eso, unifiqué el revestimiento del baño en un mismo cemento alisado y el equipamiento es mínimo”
“Dejé el exterior de la bañera tal como estaba -solo le pasé una laca para que se mantuviera el óxido- y enlocé su interior”