La ola de calor en pleno invierno, los incendios e inundaciones trajo a la mesa de debate la preocupación creciente de las personas por los efectos del hombre sobre el planeta.
18 de agosto 2023, 05:59hs
“Si estamos así ahora, ¿qué va a pasar en diciembre?”. Agosto arrancó con 30.1° de sensación térmica en la Ciudad, registró el comienzo de mes más cálido en 117 años y las temperaturas no disminuyeron tanto desde entonces. Aunque el falso “veranito” alegró a quienes prefieren el calor, este clima en pleno invierno despertó la preocupación de muchas personas. En ese contexto, la palabra ecoansiedad se volvió tendencia en las redes, por la sensación abrumadora que se activó en aquellos que no dejan de pensar en lo que va a venir si no se actúa a tiempo por la crisis climática.
Las diferentes manifestaciones de la crisis climática -inundaciones, olas de calor, sequías e incendios- que aparecen a nivel mundial y se reproducen en los medios provocan una reacción difícil de manejar cuando uno empieza a sentir que todo está en peligro. Esa incertidumbre se vuelve más intensa al notar la falta de políticas que ayuden a retrasar el daño y la poca conciencia sobre la crisis climática que hay en la sociedad. Pero, ¿qué es la ecoansiedad?
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¿Qué es la ecoansiedad?
El concepto de ecoansiedad -o ansiedad climática- es relativamente nuevo: lo acuñó por primera vez una asociación de psicólogos estadounidenses en 2017 que intentaba dar nombre a la creciente preocupación -mayormente en jóvenes- por las catástrofes ambientales.
“Se habla de un temor permanente a los desastres ambientales luego de escuchar noticias catastróficas sobre el tema, más que nada en la gente joven que va camino a vivir el colapso ambiental”, sostuvo Irene Wais, bióloga de la UBA especializada en Ecología (@waisirene), en diálogo con TN.
Marisa López, psicóloga (MP 60502-67363) e integrante de la Red Investigadoras de Salud, explicó: “Esa ansiedad es una señal que se activa cuando la persona siente peligro y son generalmente los chicos quienes hablan de la destrucción de la casa y el ambiente”.
“Escuchamos que en Europa hacen 50 grados, que hubo muchas sequías y aparece el pensamiento de cómo vamos a hacer para soportar el verano. El impacto ambiental trae una actitud anticipatoria de preocupación, malestar y cambio de humor. Entonces, al ver los 30 grados en invierno, lógicamente se convierte en un disparador de alarma”, profundizó.
En ese sentido, puntualizó: “Es ver qué me pasa frente a lo que pasa en el mundo. Antes no se pensaba en estos temas, pero actualmente los jóvenes tienen un mayor cuestionamiento y planteos sobre temas de salud mental que es interesante destacarlo”.
“Es notable que empiecen a hablarse de la crisis climática porque son temas trasversales y hace cuarenta años nadie se refería a esto”, completó la bióloga.
Aunque no se presenta en todos igual, la mayoría coincide en sentir angustia, miedo, incertidumbre frente al futuro y pueden llegar a sentir manifestaciones físicas frente a lo que no parece estable (el clima o el ambiente).
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De todas formas, López, que también es co-coordinadora de la Red Federal de Prevención al Suicidio, aclaró: “Tener ecoansiedad no es tener un problema de salud mental, sino que hay entenderlo en el contexto en el que vivimos. Es importante visibilizar la temática, sensibilizarse y generar herramientas de contención”.
Hay otro término que se utiliza, menos frecuente pero con un significado similar, que es la solastalgia: “Es la forma de angustia y estrés mental que causa el deterioro ambiental. Ya en principios del siglo XX se hablaba del desastre que estamos haciendo y de los desórdenes del nuevo milenio”, indicó Wais.
La especialista en Ecología es profesora universitaria de grado y posgrado y contó que ve esta problemática “constantemente” en sus alumnos. En esa línea, marcó que una de las llaves que abrió este panorama tiene que ver con la agudización de la información respecto a la crisis climática y el alarmante bombardeo en redes sociales.
“Hay que tener mucho cuidado con cómo se transmite. Hablar de la crisis climática está bien, corresponde y es necesario. Pero no podemos comunicarlo de manera catastrófica porque provoca más miedo. Las redes hicieron que todo se sepa más”, reflexionó e hizo hincapié en que los medios deben informar pero sin ser apocalípticos.
Mercedes Márquez, que forma parte del movimiento ambientalista, insistió con no patologizar a quienes manifiestan ansiedad climática y planteó: “No son activistas exagerados, tienen que entender que hay personas que se preocupan en serio por lo que pasa. Ese sufrimiento existe, hay que nombrarlo y acompañarlos para que puedan canalizar las emociones en una acción colectiva”.
Angustia, preocupación e incertidumbre por el futuro: las reacciones frente a la crisis climática
Bianca tiene 24 años y desde chica empezó a informarse sobre los efectos del cambio climático, pero en el último tiempo se dio cuenta de que la angustiaba leer sobre el impacto de las olas de calor y la falta de conciencia.
“Hubo veces que me pegó mal y me corrí de saber y leer todo lo que pasa en el mundo, me generaba mucha angustia. No disfruto el verano, me recuerda lo mal que estamos. Los días de invierno con 30 grados también me provocan ansiedad. Hablan del veranito de agosto cuando en realidad no es normal y todos deberían preocuparse. ¿Qué va a pasar en diciembre cuando lleguemos a los 50 grados?”, expresó a este medio.
Esa desesperanza es, probablemente, lo que más le pesa: “No saber a dónde vamos a ir a parar, cómo vamos a estar de acá a 10 años, cómo aguantaremos estas cosas”.
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También le provoca impotencia y bronca: “La gente no termina de ser consciente, ni los grandes productores ni quienes lideran los países, que son los que realmente podrían accionar frente al cambio climático. Yo hago muchas cosas, pero se sabe que eso ya no da tanto resultado cuando tenés un montón de extractivismo que profundiza el calentamiento global”. De todas formas, la joven incentiva a su familia y amistades a involucrarse con “pequeños cambios”.
Carla, de 31 años, se expresó en la misma sintonía: “Desde mi pequeño lugar intento reciclar, consumir menos electricidad. Pero no vamos a marcar la diferencia si las grandes corporaciones no hacen lo mismo a un ritmo necesario. Entre todos que trabajar para que mañana haya un mundo mejor”.
Contó que lo que más le angustia son las olas de calor. “Me hace mal ver las noticias, a veces lo evito. Leía el otro día que ya se consumieron los recursos del 2023 estando en agosto. ¿Cómo hacemos los años siguientes? Realmente me preocupa la próxima generación y si tengo hijos, ¿qué mundo van a tener?”, se pregunta.
Al consultarle sobre cómo proyecta su vida, dijo: “No quiero ni imaginar. Pienso en eso y me pone mal. Es un temor al futuro fuerte”.
Otro caso es el de Juana, que tiene 26 y es activista hace varios años: “Me siento agobiada porque parece inalcanzable una solución. Primero eran los datos, ahora ya podemos palparlo y aún así no vi a todo el país indignado con 30 grados en invierno. Hay tantos intereses económicos involucrados que me parece imposible que podamos hacer algo. Eso a nivel país, si lo pienso a mayor escala, se vuelve intolerable la ansiedad”.
Cuando comenzó a interiorizarse, pensó que solo un número reducido se preocupaba por la crisis climática. Sin embargo, al participar de la difusión de problemáticas ambientales, tejió una red que le permitió reunirse con más personas que están en la misma situación: “Me di cuenta de que no éramos tan pocos al final, y que muchos sectores pujan para que podamos lograr la adaptación y mitigación al cambio climático. Pero me supera la situación, es tan evidente ya, que no llego a entender por qué nadie hace nada”.
Opinó que es la juventud la que toma más consciencia de la situación crítica en la que vivimos: “Estamos menos automatizados, menos sesgados que los más grandes y tenemos mayor margen de cambio. Pero tampoco es toda, es una juventud medianamente privilegiada que efectivamente puede acceder a la información y dedicarle más al activismo”.
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Y precisó: ”Nuestra generación está más informada por medios no tradicionales, en la televisión no se habla casi nada de esto. Sí se hablan de las consecuencias del cambio climático, pero nunca de las causas que es, para mi, a lo que tenemos que apuntar porque es lo más comprometedor”.
Para Georgina, es “todo incertidumbre y miedo”. “Siento que es más grande que nosotros. Me preocupa sentir una avalancha que se nos viene encima. Me siento desprotegida, desamparada, chiquita y también siento latir a la tierra, enferma, que no da más. Está colapsando desde el centro y no nos damos cuenta de que va a arrasar con todo”, describió.
La joven de 25 años cuestionó duramente a las autoridades nacionales: “Siguen firmando acuerdos que promueven la deforestación, incendios de los cuales nadie se hace cargo, la mega minería para exportar petróleo, la avaricia por cubrir una deuda externa que nos deja en deuda con nuestro propio planeta”.
Como se mencionó antes, no a todas las personas les afecta igual. Sin embargo, hay un hilo conductor entre los diferentes testimonios recolectados: la falta de proyección por no saber qué va a pasar y el pedido urgente de medidas acordes a la situación.
Por eso, tanto Wais como López llaman a la sociedad y al Gobierno a repensar cómo uno actúa frente a la crisis climática para buscar la manera de “patear lo más posible sus efectos p chiquita y también siento latir a la tierra, enferma, que no da más. Está colapsando desde el centro y no nos damos cuenta de que va a arrasar con todo”, descriconcluyeron.