Un gran dolor causó en la ganadería argentina la muerte de Carlos Fernández Pazos. A los 73 años, cuando nadie lo esperaba, este ferviente impulsor de la raza Brangus falleció. Sus amigos lo recuerdan como un tipo formidable que supo repartir el tiempo entre sus dos grandes familias: la de su mujer Graciela Rojas, sus hijas Victoria, Dolores, Rosario y Mercedes y sus tres nietos, y la de la Asociación de Criadores de Brangus a la que también la consideraba de esa manera.
“Hombre probo, honesto y serio; profesional en lo suyo, asesor, amigo, un orgullo conocerlo, hablar con él, la humildad era su sangre. Fue maestro en su saber. La familia de los Brangus, hoy el luto llevará, su bandera a media asta en el mástil estará. En las pistas, en las mangas, la tristeza mugirá”. Es un extracto del poema sentido que le escribiera Luis B. Ferrer, un amigo muy cercano.
Para Mauricio Groppo, presidente de la asociación de criadores de la raza, más allá de ser una persona muy querida y valorada en la entidad, la tristeza traspasa las fronteras de lo que es Brangus: “Era una persona muy respetada en todos los ámbitos de la ganadería argentina. Es una gran pérdida para todos los que estamos en el mundo de las vacas. En todos nuestros países vecinos saben quién es Carlos Fernández Pasos y el aporte que hizo a la raza. Era una persona que llevaba el Brangus en la sangre, más allá de todo su conocimiento técnico”.
Uno de los que se tomó unos momentos para reflexionar sobre la partida de Fernández Pazos fue el extitular de la asociación Víctor Navajas, lo que le resultó “verdaderamente complicado”.
“Profesional impecable, maestro y con espíritu de maestro, riguroso como un científico, pero amable con cualquiera que quisiera aprender. Acompañado por una moral y responsabilidad profesional que no es frecuente encontrar. Es admirable el sentido ético que le encontraba a su trabajo, a cada detalle de su labor; parecía tener muy claro cuál era su misión. Sospecho que ese era su motor. Y el amor por su familia, ni hablar”, dice.
“Otro aspecto que distinguía al doctor era su sensibilidad. A veces señalado cariñosamente como ‘gallego calentón’, nada le era indiferente. Adorable por donde se lo mire, esa sensibilidad estaba presente en su trato cariñoso con el equipo de trabajo y sus diversos grupos de amigos, con todos. Lo que comúnmente se denomina ‘un tipazo’. Querido y respetado en cada uno de los lugares a los que lo llevó su querida raza Brangus. Si hubiera tenido un checklist mental de lo que hay que hacer, sospecho que estaría muy cerca de 100%. Aunque nada volverá a ser igual, espero que para su familia, el reconocimiento de lo extraordinario que fue Carlos en su vida pública les brinde consuelo en estos días difíciles”, añade.
Uno que también bien lo conocía es Martín Scala, exgerente de Brangus, exinspector y a quien consideraba su amigo entrañable. Lo había conocido en la facultad de Veterinaria a finales de los 70 donde, pese a que solo los separaban unos pocos años, Fernández Pazos era profesor de Scala: “Él era un alumno brillante y yo medio crónico. Era jefe de trabajos prácticos de la cátedra de anatomía patológica”.
Entre sus grandes pasiones estaba la docencia y el ejercicio de su profesión. “Era un veterinario con todas las letras”, dicen quienes lo conocieron de cerca. Pero ahí no terminaban sus amores, el rugby y el San Isidro Club (SIC) también ocupaban un pedacito de ese corazón inmenso. Era un gran apasionado y sus crónicas en Facebook de los partidos del SIC y de Los Pumas siempre eran de lecturas imperdibles.
Llegó a la raza por intermedio de su primo Andrés Vila, que tenía campo con un rodeo importante de Brangus en Quimilí, donde lo tomaron como asesor en la década del 80. Y, a través de la cabaña El Garabato, se acercó a la asociación. “Cuando me nombraron gerente de la asociación en el año 1994 a los dos primeros que acerqué a mi equipo de trabajo fueron Carlos Fernández Pazos y Guillermo Marchisio, que se fue en 2017 y ahora Carlos, dos grandes pérdidas”, rememora Scala.
Primero fue inspector y, con esa pasión, esa docencia, esa clarividencia que tenía en todo y el gran afecto de los criadores, su trayectoria en Brangus fue en franco ascenso. Luego lo convocaron como comisario de la exposición de Palermo para llegar a coordinador de la Comisión Técnica, algo inédito en la asociación porque los inspectores no coordinaban comisiones, sin embargo, por su capacidad, lo nombraron por más de 10 años. Después fue tiempo también de ser jurado internacional en Paraguay y en Brasil.
Pero como si fuera poco, le propusieron que se hiciera cargo de la revista. Ahí encontró un espacio para destacarse con su pluma, escribiendo además de artículos técnicos, dar vuelo a esas crónicas de todo eso que sucedía en la raza, con los criadores y los cabañeros de quienes conocía hasta sus apodos: “Va a ser difícil que la revista Brangus vuelva a ser sin las crónicas de Carlos”.
En un sentido comunicado, los directivos de la Sociedad Rural de Salta le rindieron su homenaje: “Hoy nos tocó despedir con mucha tristeza a nuestro querido amigo Carlos Fernández Pazos. Son muchas las experiencias y momentos compartidos que dejaron huellas en nuestra entidad y en el Ateneo de Salta, pero aún más en cada persona que tuvo la oportunidad de conocerlo. Siempre dispuesto y atento, se brindaba a los demás sin reservas, transmitiendo pasión por nuestro campo argentino y la vida misma. Durante muchos años nos visitaba como inspector de la Brangus con su característica personalidad, amable, respetuoso, bondadoso, compartiendo sus saberes con todos sin medir sus atenciones y creando fuertes vínculos como profesional y como persona. Recordaremos siempre su paso por nuestra querida institución con su ejemplo y testimonio”.
LA NACION