La (mala) fama de Brandy Melville es tan grande que la cadena estadounidense HBO le dedicó un documental de alto perfil, que se estrena en estos días. Se trata de Brandy Hellville & the Cult of Fast Fashion, un juego de palabras con Melville y hell (infierno) y una idea que se puede entender como «el culto de las prendas de moda que se fabrican como si fueran hamburguesas de cadenas de fast food«. Para el filme fueron entrevistadas varias jovencitas estadounidenses, básicamente rubiecitas y de talles skinny, es decir, bien flaquitas. «Escuché hablar de Brandy cuando estaba en séptimo grado», donde «todas lo usaban», cuenta una de ellas, que un día entró a uno de los locales de la marca, compró algunas prendas y pasó a sentirse «muy cool y aceptada» por sus compañeritas. «¿Por qué me gusta?», se pregunta otra de las entrevistadas. «Porque a todas les gusta», se responde en el documental.
Una especialista en moda y redes sociales dijo a los entrevistadores de HBO que el prejuicio hacia la marca no alcanza solamente a sus posibles clientas, es decir, a las chicas que pueden usar sus prendas, sino también a las que están detrás del mostrador. «Hay un estereotipo sobre Brandy Melville -apuntó-, por contratar solamente empleadas blancas y muy delgadas». Y rubias, por supuesto.
En coincidencia con el estreno de Brandy Hellville & the Cult of Fast Fashion, el Wall Street Journal publicó una historia titulada «La ropa de talla única de una exitosa marca está dividiendo a las adolescentes estadounidenses». Brandy Melville, señaló el diario neoyorquino, «vende ropa asequible para compradoras flacas, lo que la hace popular y controvertida» al mismo tiempo. Es «un símbolo de estatus» para decenas de miles de jovencitas. «Chicas delgadas, en su mayoría rubias, llenan sus feeds de las redes sociales y, a menudo, trabajan en sus tiendas», describe el artículo. Se trata, agregó, de «una fórmula que hizo que Brandy Melville sea extremadamente popular entre un subconjunto de adolescentes y adultas jóvenes».
Cirugías estéticas en adolescentes, la moda que preocupa
Pero «también generó controversia, incluidas acusaciones de discriminación por parte de un empleado y socios minoristas, e inspiró debates en las redes sociales entre los amantes y los que odian la marca», los famosos haters que abundan en internet. Según el diario, «lo que alimenta la obsesión es que no todo el mundo puede usar esa ropa» y que «encajar en ellos significa que eres parte del club».
«Si usas Brandy Melville, tienes buen estilo y eres popular, y la gente quiere ser tu amiga», le dijo al periódico Rachelle Fradkin, una estudiante de sexto grado de Edgewater, en el estado de Nueva Jersey. El Wall Street Journal reconoció que «el enfoque de Brandy Melville contrasta con el impulso de otras marcas de moda para inclinarse hacia la inclusión, agregando una gama más amplia de tallas y usando más modelos de tallas grandes y racialmente diversos».
De todas maneras, «las acusaciones de discriminación hicieron poco para disminuir el atractivo de Brandy Melville entre su público objetivo», su target, un ejército de jóvenes que asegura comprar estas prendas porque «les gusta el estilo, la calidad y el precio de la ropa» y no porque estén secretamente impulsadas por el racismo, la discriminación y un fútil recurso para sentirse «superior».
Las críticas sobre la marca italiana y su controvertido auge comenzaron mucho antes de la llegada del documental de HBO. Ya en setiembre del 2021 un reportaje de Business Insider revelaba que, por ejemplo, las aspirantes a vendedoras en alguno de los locales de la marca tenía que entregar, junto con su solicitud de empleo, una fotografía de cuerpo completo, para que los supervisores pudieran decidir si era lo suficientemente blanca y delgada para trabajar en el salón o si, en todo caso, el físico les alcanzaba para un puesto en los depósitos.
En el centro de la denuncia estaba Luca Rotondo, un exvicepresidente de la compañía que aseguró que si la chica que venía a buscar trabajo «era negra o era gorda», el CEO de la compañía, Stephan Marsan, «no las quería en la tienda». Rotondo le confesó a Business Insider que varias mujeres fueron despedidas por su apariencia física y raza.
Según el artículo, ocho empleadas que trabajaron para Brandy Melville entre los años 2013 y 2021 aseguraron que el salario de cada empleada a menudo se basaba únicamente en su foto: a las que eran más atractivas se les ofrecía un sueldo más alto. Por su parte, las chicas negras a menudo eran relegados a los depósitos o subían al salón de ventas en las horas «tranquilas».
Moda coquette: una oda a una estética aniñada.
Un ex gerente regional de Nueva York, que habló con Business Insider a condición de permanecer anónimo, juró que la discriminación era «flagrante». El ejecutivo describió una típica escena post-entrevista de trabajo: «es delgada, blanca, rubia y bonita: contratémosla».
Comentando el documental de HBO, la crítica Allison Brown escribió a mediados de marzo último que, antes de ver las imágenes y escuchar las entrevistas, «uno podía pensar que nosotros, como cultura, habíamos dejado de permitir que hombres blancos ricos y desconectados confeccionen prendas para los cuerpos de las mujeres adolescentes». Sin embargo, ahí está Brandy Melville, donde «un despreciable italiano de mediana edad, Stephan Marsan», tiene «el poder de construir una estética americana igualmente rentable (y tóxica) y un producto dirigido a preadolescentes» comparable a otros dos grandes predecesores sospechosos de los mismos pecados, como son Victoria’s Secret y Abercrombie & Fitch.
El «espectador promedio» del documental, estimó Brown, podrá sentirse golpeado por «las solicitudes demenciales, el comportamiento, la incapacidad de aceptar fallas y las tendencias antisemitas y racistas de Marsan, así como de aquellos que de manera aborrecible aceptaron todo sin cuestionarlo».
Hasta Teen Vogue, la edición para adolescentes de la célebre revista global de modas, disparó contra la marca italiana, pero apuntando adonde más duele: las ventas. En un artículo publicado esta semana, el portal propuso a sus lectoras las «doce mejores alternativas» a Brandy Melville que son «asequibles» y, lo más importante, «están disponibles en varios talles».
«No se puede negar que, si bien su ropa es linda, su modelo de talla única es lo más alejado a ser inclusivo», protestó Teen Vogue. Es por eso, explicó la revista, que las productoras de la nota reunieron esas alternativas muy parecidas al estilo de Brandy Melville para poder sentirse a la moda sin tener que vivir a agua y galletas de arroz. Y ahí están, para demostrarlo, pijamas, tops, buzos y corpiños «que no vienen solamente en talles XS y S».
El «caso» Brandy Melville, de alguna manera, refleja la sinuosidad del crecimiento de la inclusividad, y sus pasos hacia delante y hacia atrás. Así, mientras la película Barbie siguió el ejemplo de los fabricantes de la popular muñeca y se llenó de personajes de todos los colores y todas las tendencias, la marca de ropa de Marsan va en el sentido contrario, produciendo prendas que «simbolizan la estética de la ‘nena de la playa de Malibú'», el coqueto y muy rubio barrio californiano, según describió una columna de la influencer June Oh de principios del año pasado en el Los Angeles Times.
El talle único, escribió Oh, puede ser una propuesta directa y sencilla pero, al mismo tiempo, «engañosa». Puede parecer que tiene «la intención de promover la inclusión, con ropa adaptable a cualquier tipo o tamaño de cuerpo -siguió la influencer-. Sin embargo, al probarse la ropa, muchas se sentirán decepcionadas al descubrir que la ropa, en realidad, no fue creada para ‘que se ajuste a todas'», como sugiere el eslogan. «En cambio, las mangas diminutas y el ancho minúsculo de las camisetas te gritan: ‘¡no soy para ti!'», describió Oh.
Conocedora del terreno, remarcó que, «debido a las presiones sociales y otros factores externos, las adolescentes a menudo hacen todo lo posible para ser parte del rebaño, especialmente en lo que respecta a la apariencia. Con la creciente tendencia de la ropa de Brandy Melville, las niñas están desesperadas por lograr el ‘cuerpo ideal de Brandy Melville’ para poder encajar», y a menudo caen en la desgracia de los trastornos alimenticios.
Si en algún momento percibe que la anti-inclusividad deja de ser negocio, Stephan Marsan tiene un modelo a seguir, Abercrombie & Fitch, otra popular firma de ropa casual que supo sufrir su cadena de infortunios y escándalos. Por ejemplo, en el 2004, la compañía tuvo que pagar 40 millones de dólares para resolver una demanda colectiva que la acusaba de discriminar a empleados negros, hispanos y asiáticos.
Después de su apogeo a mediados de la primera década de este siglo, «Abercrombie desarrolló una reputación de racismo y de ser una marca de ropa reservada solo para cierto tipo de personas y perdió relevancia entre los consumidores estadounidenses», recordaba un artículo del portal de la cadena CNBC de octubre del año pasado. Ahora que vende también prendas plus size, la compañía empezó a ver resultados: en medio de un regreso con gloria en sus tiendas y en las redes sociales, marcó un aumento del 20 por ciento en las ventas del tercer trimestre del 2023, en comparación con el mismo periodo del 2022.